Desde la espadaña

La Sevilla de antaño

Al comercio de Sevilla se le ha apretado tanto que todo puede acabar en una terrible tragedia difícil de superar

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14 sep 2020 / 10:17 h - Actualizado: 14 sep 2020 / 10:19 h.
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Sevilla se encontrará dentro de poco en un acuérdese usted de lo que era esto antes. Porque antiguamente en Sevilla salía el ruan un Jueves Santo o los tacones más femeninos eran el objetivo de unos buenos adoquines de la comarca sevillana. Ahora todo esto ha cambiado porque ya Francisco Vélez nos avisa que nadie se traumatice si tampoco tenemos la transfusión sanguínea de un Domingo de Ramos y el Ateneo de Sevilla ya ha sacado la patita emitiendo bando público con el mismo motivo sobre la Cabalgata de Reyes Magos 2021. Menudo quinario estará pasando el bueno de Manolo Sainz como director de la Cabalgata. A saber si en este efecto perlado al que se está abonando la ciudadanía sevillana (aquí no pasa nada como diría el maestro Burgos) acabaremos por unir carrozas y palios y se escuchará a Sainz diciendo !pararse ahí! entrando en Campana.

Pero bueno, les decía que Sevilla no es la de antes. Desde el asesinato urbanístico del Palacio de Sánchez Dalp, la transformación del comercio sevillano ha pasado utilizar el reclamo del Corte Inglés para montar un negocio propio hasta caer en la trampa porque ya saben aquello de que el pez grande se come al pez chico. De hecho, excepto Tetuán y Sierpes (a la rica franquicia) que aguantan a duras penas, actualmente las calles adyacentes son un signo claro de la decadencia comercial sevillana. Y para rematar el primer acto, desde que llegó la moda ikeista de las Setas, a Sevilla se le nota más delgada y con una voz cavernícola de la que parece no encontrar salvación.

Recuerde aquellos años donde el ex alcalde Monteseirin se subió al carro del derroche, firmando pagarés para unas cuantas generaciones sevillanas pasando de todo y deambulando por la ciudad como un fakir hipnótico como el punto inicial donde el comercio, motor económico de la ciudad, empezó a apagarse cual vela a San Judas Tadeo en la Hermandad del Silencio y dialogar sobre su estado es tan breve como un café sólo servido en el Mercantil en taza pequeña una tarde de verano. Desde hace varios años la ciudad se halla en un andén vacío donde el tren de la prosperidad y el avance económico no llega. Se están cerrando tantos negocios imprescindibles que veremos si resistimos al drama otoñal que se aproxima. Si aguantan el chaparrón vírico, propongo desde ya la medalla de la ciudad 2021 a los comerciantes. Hasta ahora estamos acostumbrados a las croquetas de casa Ricardo, a los garbanzos con espinacas del Rinconcillo o a las pavías de bacalao de Casa Morales pero ya va siendo preocupante andar por las calles de la ciudad y comprobar como las fachadas lloran comercios cerrados y abandonados. Seguir así nos dará para hacer, desgraciadamente, una ruta turística sobre cómo era la Sevilla de antaño.

La pandemia, la mala proyección turística y un centro de la ciudad cada vez menos accesible, están haciendo que la gangrena de la muerte comercial siga a pasos agigantados (véase la jurisprudencia que marcó la peatonalización de la calle O´Donell). Hasta hace unos años, pasear por Sevilla era un ejercicio de persona conversadora porque se saludaba a izquierda y derecha pero hoy en día debemos hacer un ejercicio de arqueología comercial para encontrar maravillas históricas como entrar en Juan Foronda y tocar los mantoncillos de gloria bendita y a las novias comprando su ajuar, degustar las maravillas de la Papelería Ferrer, recordar cómo se le cantaba una saeta a la librería Pascual Lázaro contemplando todo su interior o ni les digo del bazar Victoria (fusilado al amanecer por la nueva renta de alquiler).

Ahora somos seres que hablamos en clave secreta preguntándonos cuál habrá sido el motivo del cierre. Pruebe a transitar las calles y descubrirá los silencios de Sevilla. Lo que antaño fue bullicio y hasta mofa nacional con el taconeo y la pandereta ahora es lo más parecido a un pueblo finlandés en el mes de enero donde reina el silencio y rezamos cada vez que doblamos la esquina para no llevarnos una sorpresa porque cada vez nuestras calles se visten más de luto.

Regentar hoy en día un negocio en el centro de Sevilla es llorar y sufrir, pasando de la esperanza al levantar la persiana al desconsuelo al finalizar la jornada laboral. Cómo Quijote cuando le dijo a Sancho “ten memoria”, nosotros deberíamos no perderla porque esta ciudad que antaño tuvo honor, primor, valía y gozo de sus negocios comerciales hoy en día tiene tufo a horno crematorio. Y les aviso que ya en la calle Mármoles se está fabricando una lápida conmemorativa al pasado comercial de la ciudad. Dicen que nuestro alcalde poliédrico lo inaugurará, Dios mediante, en la antigua puerta de Triana donde se encontraban los cuatro sillares del arco majestuoso y que hoy en día se han convertido en dos palmeras famélicas con destino de olor a serrín. Lo hará en un acto sencillo, austero y silencioso.

O reaccionamos a este declive o simplemente le estaremos colocando una máscara a esta Sevilla de la que tardará años en desprenderse. No dejemos que el centro de Sevilla deje de correr la sangre comercial y activa porque en caso contrario cerraremos el último acto de esta tragicomedia llamada “La Sevilla de antaño”.