Finalmente, el deporte más popular del mundo, ese que inventaron los chicos del barrio para pasar el tiempo porque ni había trabajo ni posibilidades para los pobres de construir un futuro, ha sido copado por los millonarios, por un sistema capitalista absurdo y demoledor. Se ha creado lo que se llamará Superliga en la que competirán una serie de clubes enormes, máquinas de hacer dinero y de triturar los valores que siempre acompañaron a la práctica deportiva, dejando fuera a los más pobres.
Se acabaron los sueños de los clubes más modestos. Los poderosos arrinconan a los pequeños para siempre y sin piedad.
Se acabó la UEFA y la FIFA como las conocemos. Porque por mucho poder que acumulen estas entidades, el poder del dinero es mucho mayor. UEFA y FIFA se enfrentan a un trasvase de capital que les puede arruinar. Tendrán que claudicar para sacar tajada del nuevo proyecto. Desde hace años, se trata de eso, de hacerse con parte del botín. La corrupción de muchos dirigentes y el enorme negocio en el que está convertido el fútbol mundial, no deja espacio para lo que es un deporte de masas como el fútbol.
Se acabo lo que se daba. Eso sí, la Superliga ha logrado que Real Madrid, Atlético de Madrid y BarÇa se unan sin rubor, sin complejos, sin vergüenza y sin pensar en que la competición nacional se reducirá a la mínima expresión; o que la ruina para los equipos modestos será una realidad en muy poco tiempo.
Todo ha saltado por los aires y los 230 millones de euros que les caerá de entrada a cada uno de los equipos fundadores tienen la culpa. La Champions League reducida a un torneo de verano o de menos categoría todavía. Y por mucho que la UEFA amenace a los jugadores con no permitir que jueguen en las ligas nacionales o en competiciones organizadas por UEFA o FIFA, se impondrá el dinero. Y los aficionados preferirán un partido de la Superliga. Se acabó lo que se daba y la guerra la ganará el dinero como sucede desde siempre. Una pena.