Opinión
Manuel Bellido
La temperatura en la olla sube, reaccionemos
Creo que todos conocemos el experimento que, en 1882, se llevó a cabo en la Universidad Johns Hopkins, por parte de algunos investigadores estadounidenses. El experimento consistía en arrojar a una rana en una olla con agua hirviendo y el resultado era siempre el mismo, la rana siempre saltaba fuera de la olla hacia un lugar menos peligroso. Por el contrario, al colocar la rana en una olla con agua fría y calentarla lenta pero constantemente, la rana terminaba hervida. Noam Chomsky extrajo de ello - en Medios y poder, 2014 - un apólogo reflexivo sobre la aclimatación de nuestras sociedades, bajo la manipulación del poder, a situaciones insostenibles y sin futuro: «Imagínese una olla llena de agua fría en la que una rana nada tranquilamente. Se enciende el fuego debajo de la olla, el agua se va calentando lentamente. Pronto se vuelve tibia. A la rana le resulta muy agradable y sigue nadando. La temperatura sube. El agua ahora está caliente. Un poco más de lo que puede apreciar la rana. Se cansa un poco, pero no se asusta. El agua se pone demasiado caliente ahora. A la rana le resulta muy desagradable, pero se ha debilitado y no tiene fuerzas para reaccionar. Primero lo tolera y no hace nada. Mientras tanto, la temperatura vuelve a subir, hasta que la rana acaba, sencillamente, muerta hervida. Si la misma rana hubiera sido sumergida directamente en agua a 50°C habría dado un fuerte salto con sus patas saliendo de la olla y se habría salvado«.
Nosotros somos la rana, en una olla que es España, una nación que por arte y gracia de Zapatero primero, y ahora por Sánchez, se ha ido convirtiendo en un país dividido en bandos irreconciliables, con ciudadanos que de una parte y otra respiran cada día una tensión constante. Tensión a la que contribuyen por una parte la propaganda partidista ideológica y por otra, ciertos medios de comunicación que, más que informar, crispan o anestesian.
Una olla con ingredientes empobrecidos, porque la deuda, el encarecimiento de la vida y el paro crecen sin pausa. Una olla con cada vez menos relevancia en el escenario internacional. Una olla que terminará resquebrajándose al fuego del separatismo, del comunismo y del egoísmo, que se llevará por delante la esperanza de un futuro mejor. ¿Y la rana? Es decir, ¿nosotros? Pues, si la temperatura de este liquido putrefacto sigue subiendo terminaremos sucumbiendo como la rana, porque desde el poder sin límites de un señor como Sánchez y la familia sectaria que le rodea se habrá perdido la posibilidad de reaccionar, de saltar fuera de la olla, porque se habrá descalabrado en España la capacidad moral, intelectual y política capaz de dar estabilidad con comportamientos consecuentes al bien común y no llevándonos como está sucediendo a un callejón sin salida.
Reaccionemos antes de que sea demasiado tarde.
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