Los medios y los días

La tristeza se palpa y se siente

Image
03 ago 2020 / 04:00 h - Actualizado: 03 ago 2020 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  •  Tres jóvenes pasean con mascarillas y abanicos en Sevilla. / Eduardo Briones - E.P.
    Tres jóvenes pasean con mascarillas y abanicos en Sevilla. / Eduardo Briones - E.P.

Debe ser cosa mía que me hago viejo, cascarrabias y solitario, pero palpo en Sevilla una tristeza por la calle, un silencio, un vacío deprimente. Les voy a decir los dos factores que nos va a traer esta pandemia: la sensación de que somos realmente más vulnerables de lo que creíamos en nuestro orgullo y prepotencia occidental y el trabajo online que no se lo deseo a nadie en la enseñanza pero que para reuniones concretas de ir al grano puede servir tanto en la enseñanza como en el mundo empresarial y financiero, donde ya existía, pero ahora se está intensificando. El saludo con el codito acabará siendo una anécdota de la que ya nos cachondeamos y nos cachondearemos más porque de esta salimos, vaya si salimos, al homo sólo lo puede destruir su propia estupidez, no un virus que poco a poco vamos descubriendo no sólo cada uno de sus pasos sino los que puede dar en el futuro para no morir.

Sin embargo, por el momento, la tristeza se palpa, creíamos que esto eran cosas del Tercer Mundo y no es así porque la teoría de la mariposa que mueve las alas en una punta del planeta y origina que en la otra punta se produzca un terremoto es cierta: la patria del humano se llama Tierra, esto era de esperar para cualquiera que sepa un mínimo de Historia, no es un fenómeno extraterrestre ni de los malvados capitalistas, es evolución humana, para bien y para mal, una dinámica de evolución-involución hacia un fin que desconocemos.

En esa dinámica tocan ahora vacas flacas y lo que vendrá. Y nosotros, los latinos individualistas, celosos de nuestras relaciones sociales, los que viven hacia fuera más que hacia dentro, nos sentimos lógicamente muy limitados, todo está normalizado y el latino de herencia romana -no germánica ni anglosajona- a eso no está acostumbrado. He aquí una de las causas de la tristeza que advierto a mi alrededor.

¿Dónde están este año las canciones de verano? Las habrá, pero son como clandestinas. ¿Y los amores de verano, esos que jamás se olvidan? En teoría, no podemos bailar muy juntos cuando nos dé la gana, sintiendo el roce y el calor de la pareja, sea quien sea; no podemos besar con libertad, no podemos hacer el amor con más o menos desenfreno, si viene alguien por la acera, frente a nosotros, ambos nos apartamos porque podemos contaminarnos, tenemos que calcular los dos metros que antes era uno y ahora nos están diciendo que dos no son bastantes tampoco... Es imposible recordar y estar pendientes de tantísimos requisitos y, por qué no decirlo, de tantísima idiotez como sale por Internet en relación con la pandemia.

A veces me acuerdo de esa expresión tan andaluza que decía mi madre cuando se enfrentaba a algo demasiado complicado de controlar: “Mira, que sea lo que Dios quiera”. Esa frase debe habérsela aplicado mucha gente, no es racional pero es el producto de una sociedad que no estaba acostumbrada a sufrir de esta manera y eso que cuando uno recuerda que mis padres con 10 y 12 años estaban viviendo una guerra civil y veían cómo se llevaban a gente para fusilarla o cómo había que tener cuidado con los bombardeos y cuando sé que por otros países la gente trabaja como esclavos para que nosotros gocemos de móviles y coches eléctricos, la Covid-19 me parece un resfriado común.

Pero cada cual tiene su mundo y a nosotros nos han acercado un caramelo para arrebatárnoslo de pronto. Tendríamos que estar tranquilamente y sin normas comiendo sardinas y bebiendo cerveza en un chiringuito, descansando en una casa rural sin miedo a hacer amistades nuevas, ligándonos a una persona que nos atrajera, bailando con ella la canción del verano y, si hay suerte y consenso mutuo, procediendo a un gozoso apareamiento y sin embargo aquí estamos, levantándonos la mascarilla para beber, comer o fumar y codeándonos los unos con los otros, literalmente.