La trivialización del cáncer, versión Matamoros y Telecinco

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22 ago 2019 / 08:21 h - Actualizado: 22 ago 2019 / 08:23 h.
"Cáncer"
  • Colaboradores del programa Sálvame, de Telecinco. / El Correo
    Colaboradores del programa Sálvame, de Telecinco. / El Correo

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A veces los ves pasar sentados ante tus insípidas tapas de los veladores. Deseas que sea rápido, que pase pronto el trance...

Te recuerdan los retratos de los campos de concentración... tanto, que parecieran en blanco y negro.

Van con sombrero o pañuelo; las cejas pintadas; pesan apenas treinta kilos; tiemblan pesadamente cada paso. A veces, alguien acompaña su ternura de haber hurtado la intimidad y cruzado la frontera oculta del pudor de su invisible desnudo. Sí, aun queda exigua generosidad en la clase humana...

El transcurrir lento; como en un laberinto de adoquines prehistóricos de los centros de las vetustas y pretenciosas ciudades que les visten. Un pantano desprovisto de lujo alguno, siquiera en forma de negro alquitrán.

Los miras sin recato, como te envilece un atisbo de humanidad, no sea que te alcance y te contagie el mismo destino, ese que el que camina nunca pensó para sí.

Los miras espuriamente, tanto que no percibes los ojos de luz que desafían sus exiguos cuerpos desnutridos.

Así es el cáncer. Como los divorcios, las ruinas y decadencias, las caídas imperiales que crees que no son tuyas... Un día se cruzan, te asolan y ya no te sueltan; despiertas azorado gritando moribundo como si lo que crece dentro te fuera ajeno.

Horadados por las miradas ajenas, sus enfermos acaban contando de memoria las baldosas amarillas de su único refugio, el oasis personal de su íntimo cuarto de baño, en el que no cabe un pestillo, no sea que pase algo irremediable.

Y mientras esto ocurre, Matamoros y Telecinco se permitieron ayer negociar y ofender a sus víctimas, devengando réditos y haciendo caja sobre el dolor ajeno; que para qué la conciencia, que nunca fue más inútil ese invento que suple a Dios, y que lo degrada ante una buena audiencia.

Ellos seguro que no vomitaran el café del imposible desayuno; ni sufrirán las quemaduras de sus lenguas y partes intimas por las pastillas de los laboratorios que no curan.

Pero mientras esto ocurre, 110.000 personas habrán muerto al año de cáncer en España. No es la muerte, es cómo morimos.

Serán muchos menos de los que cada día agonizan con quienes de ello sacan canalla rédito, como la cadena televisiva y sus colaboradores. Hace mucho que alguien esbozó una ley de control de contenidos, solapada ante la conveniencia utilitaria de los medios, que como decía Polanco, son simplemente “putos” al servicio del mejor postor, siempre el poder.

Pero no te escondas y reconfortes en ello, ni te consideres perdonado por tus postreras oraciones.

Es también tu culpa, por tu impiedad al no retirar la mirada, tu reticencia de no esbozar ese miedo al contagio de la desgracia, tu espanto soterrado que no disimulas.

Porque no olvides que también te alcanzará, que el enfermo podría ser tu madre o tu mismo, pues para el infortunio no habita el olvido.