La violencia nos ha acompañado siempre como especie. Cuando no existe violencia como tal, la política recuerda que existió para, aprovechándose de las pasiones de los ciudadanos, extraer provecho electoral. La violencia de ahora en España y en otros lugares de países desarrollados nos llega en forma de recuerdos, manifestaciones y algaradas radicales. Estas últimas sustituyen a las guerras civiles en las que las naciones cuyos habitantes están acomodados o relativamente acomodados o viven de la caridad privada y estatal no están dispuestos a entrar.
En España, la derecha es ya muy cansina con ETA y la izquierda, agotadora con las fosas de la guerra civil. La derecha necesita a ETA para lograr votos, nunca la va a enterrar mientras la necesite: que si apologías del terrorismo, que si homenajes a etarras, que si Bildu es el heredero de ETA, que si acercan a los presos de ETA al País Vasco, que si los van a soltar... La izquierda nos abruma con las fosas. ¡Al fin se dignificaron las personas que estaban enterradas en la fosa sevillana de Pico Reja! Y a continuación nos puntualizan: pero, oigan, que quedan más y más por desenterrar. ¿Y Blas Infante? ¿Dónde está? ¿Encontrarán sus restos? A ver si va a ocurrir como con García Lorca, no hay forma de hallar los suyos.
En España, a la violencia y a los muertos les estamos extrayendo una rentabilidad nada despreciable. Junto a la rentabilidad en votos, está la rentabilidad en subvenciones a quienes impulsan estos recordatorios de las víctimas de la violencia. Cada cual se busca el pan nuestro de cada día y que la violencia y la muerte te permitan comer es un buen motivo para que nunca se termine la necesidad de tener presente la violencia y la muerte.
En Francia y en Israel la gente se ha alborotado mucho por lo de las pensiones y la impunidad que se iba a otorgar Netanyahu poniendo por delante de la ley al parlamento de su país. Sonreía la otra mañana servidor cuando la inefable Àngels Barceló nos mandaba otro de esos mensajes implícitos que nos remiten todos los días los medios. Un analista de Hoy por hoy, afirmaba que ese deseo de poder autócrata de Netanyahu lo traían los populismos y las alianzas con populismos, como diciendo: uy, que en España el PP se puede aliar con Vox, no los votéis, votad al progresismo.
No hace falta el populismo para llegar a la autocracia, aquí en España, tanto el PP como el PSOE pugnan por controlar la Ley y la mayor cantidad de poder posible; lo que menos funciona en España es la razón porque en estos tiempos convulsos de populismo lo que procedía era una alianza entre el PSOE moderado y el PP liberal y menos corrupción -o ninguna, a poder ser- en uno y otro partido. Como eso no ha sucedido, ha surgido el populismo que desea lo mismo que la “moderación”: todo el poder que pueda. El populismo es el efecto de lo mal que lo han hecho los demócratas moderados, no es causa, es futo de la crisis de la democracia tradicional.
Aquí, en Estepaís, cada cual anda con sus violencias y con sus muertos. Y la casa sin barrer. Es una pena escuchar y leer a diario que si ETA, que si las víctimas de Franco. Ni existe Franco ni existe ETA, pero está visto que son como El Cid Campeador: triunfan después de muertos.