Los medios y los días

Las cofradías y el maldito parné

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25 may 2020 / 05:00 h - Actualizado: 25 may 2020 / 05:00 h.
"Los medios y los días"
  • El crucificado de las Siete Palabras en la estación penitencial de 2018. Foto: Diego Arenas.
    El crucificado de las Siete Palabras en la estación penitencial de 2018. Foto: Diego Arenas.

¿Tengo que pensar que cuando por la puerta entra el dinero el Evangelio sale por la ventana? “Por el dinero baila el perro”, decía mi madre que, cuando me fui a vivir en Triana desde mi barrio de San Vicente y ya había perdido la fe, me siguió pagando las cuotas de las Siete Palabras de manera que un buen día me llegó por correo el diploma de los 25 años de hermano. “Mamá, ¿por qué sigues pagando mi recibo de hermano si ya ni vivo aquí ni soy religioso?”, le preguntaba. “Porque yo tengo gusto, hijo, y porque Dios nos puede castigar”, respondía.

“Al son del clarín tan solo baila el que quiere, al son del dinero dime quién no se mueve”, cantaba Cecilia. Y una sevillana de Amigos de Gines, añadía: “Dinero, dinero, dinero, qué bonito sería el mundo si no existiera el dinero”. Prefiero no entrar en los detalles de este asunto porque no soy competente para ello pero mirado desde fuera y como experto en comunicación puedo decir que creo que se está dando un triste espectáculo tanto para los creyentes como para que los enemigos de esa maravilla que es la Semana Santa se crezcan no sólo en sus posturas sino que las extiendan aún más a toda la religión en general cuando es un fenómeno tan ligado al ser humano que me indigna profundamente –como profesor y como científico social- que una asignatura que se llame algo así como El hecho religioso o Historia de las Religiones no se imparta como materia obligatoria desde la enseñanza más básica hasta la secundaria, por lo menos.

Es evidente que aquí no vale para nada lo que me enseñaron en los colegios religiosos en los que me eduqué, como aquello de: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Creo que aquí se están mirando otros asuntos mucho más terrenales –y personales- y tal vez exista más mercado que religión a costa del arte de Martínez Montañez o de Juan de Mesa y de todas esas otras impresionantes imágenes que desfilan por las calles de Sevilla, convertidas en un templo sagrado al que espero que no vuelva aquel Nazareno que la emprendió a latigazos con los mercaderes.

Todo esto lo digo con pena porque yo no soy de los que no se alegran en absoluto con las desgracias ajenas y menos si se trata de la Semana Santa de Sevilla. Estoy seguro de que quienes creen que el dinero no debe ser devuelto tienen sus argumentos que consideran de peso, pero desde luego no es una acción rentable a medio ni a largo plazo desde el punto de vista de la imagen de Sevilla y su Semana Santa, algo tan importante o más que el dinero.

Ya puestos a enfocarlo todo desde el dinero y no desde la religión católica –como da la impresión que no pocos están haciendo- a mí este asunto me recuerda los primeros tiempos de El Corte Inglés, ya convertido en gran empresa: “Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero”. Y así era, al principio era “dinero” Corty para gastar en los propios grandes almacenes, pero la empresa es inteligente y prosiguió dando el pelotazo en imagen y comunicación cuando te devolvía el dinero real sin discutir nada con el cliente: “No está satisfecho, aquí tiene usted su dinero. Punto final”.

Era la mejor publicidad que podía hacer una empresa y, en efecto, ése fue uno de los factores que la hizo más grande aún, la gente se lo decía entre sí: “No te preocupes, ellos no preguntan nada, te devuelven tu dinero y en paz”. Es decir, te enviaban un mensaje en el que el dinero no era un fin, sino que lo relevante era el placer de visitar El Corte Inglés. Pues ahí tienen quienes correspondan lo que deben hacer con el dinero de las sillas, palcos y demás. Luego, quien desee no aceptarlo y donarlo para el bien de la Semana Santa, que lo haga, porque chirría mucho tanta hermandad y tanto hermano esto y lo otro y tanta poesía y alabanza en el pregón y tanto amor por aquí y por allá para que cuando aparezca el maldito parné ocurra lo que estamos viendo.