En los cincuenta años de su muerte, los estudiosos y aficionados hablan o escriben sin parar sobre Manuel Ortega Juárez, Caracol, sin duda uno de los grandes genios del cante jondo. Cuando me preguntan sobre cómo eran Caracol y Mairena, siempre digo que Mairena era el catedrático y Caracol el genio. Ningún cantaor tuvo jamás el arranque genial de Caracol, su inspiración, ese pronto que sólo tienen los genios del cante. En este sentido, se le suele comparar a veces con el jerezano Manuel Torres, que hizo su carrera artística en Sevilla, desde 1900 hasta su muerte, en 1933. Caracol lo trató mucho en la Alameda, como trató también a Tomás Pavón, Juanito Mojama, La Moreno, El Carbonero, Pepe Pinto, Pepe Rebollo o la Niña de los Peines. En sus primeros discos de pizarra, se nota la influencia de estos artistas del cante. Antonio el Sevillano me contó una mañana en su casa, que una noche se encerraron en un cuarto de La Europa, en la Alameda, Manuel Torres, Tomás Pavón, El Gloria y su hermana La Pompi, con Antonio Moreno y el Niño Ricardo a la guitarra. Pagaba la reunión el torero Fuentes, amigo de Torres y Chacón. Cantaron todos muy bien pero Caracol, que tendría poco más de veinticinco años, lo hizo con tanto duende que lo coronaron como el nuevo rey del pellizco. Caracol había tenido problemas de voz siendo aún adolescente, quedándole un sonido afillado que le daba problemas. Pero Ricardo supo meterle en la cabeza que debía de cantar en unos tonos más acordes con sus condiciones y aquella noche, con bastantes copas en el cuerpo, cantó de una manera que el propio Manuel Torres partió una mesa de una patada, de la emoción que sintió. Torres era mucho de Tomás, al que consideraba su sucesor, pero esa noche entendió que había llegado un nuevo genio al cante gitano, porque él iba ya de recogida. El Sevillano, que presenció el encuentro, dijo que nunca había oído cantar de aquella manera a un cantaor. “Lloró cantando por seguiriyas” -me aseguró-, de la emoción que había en el cuarto”. Don Manuel Ortega no era un cantaor cerebral, como Mairena, sino anárquico y con fuego en la voz. Sólo él pudo convertir un fandango o una canción aflamencada en un palo jondo. Nadie se paseó por un escenario como él, con Lola o su hija Luisa, ni tuvo su embrujo. Los habrá habido más enciclopédicos, con mejor técnica, pero no con más duende. El genio es el que llega a un arte y ya nada es igual. Caracol lo cambió casi todo.