Las lecciones barqueras

Image
19 sep 2021 / 04:59 h - Actualizado: 16 sep 2021 / 14:17 h.
  • Las lecciones barqueras

¿Te gustan las sorpresas? A mí, ¡me encantan! porque cuando alguien te maravilla con algo imprevisto te está haciendo varios regalos en uno: su atención (el tiempo que ha pasado preparando la sorpresa), su cariño (si ha dedicado su tiempo e ilusión es porque, obviamente, te estima) y la sorpresa en sí.

Fíjate en que dos factores tan increíbles definen la sorpresa: la maravilla y lo imprevisto... Sin duda, son las claves del éxito de las sorpresas: el lograr causar admiración con algo que no nos esperamos... El sorprender es un arte que dice tanto del «sorprendido» como del «sorpresor», porque preparar una buena sorpresa requiere de interés por la otra persona, de tiempo, de saber escuchar... Por eso es que las sorpresas consiguen hacerte reír y ¡hasta llorar de la emoción! porque es un acto que va directo al corazón...

Pues el domingo pasado... ¡me llevé una sorpresa! Era un día especial para mí, la celebración del Dulce Nombre de María (¡mi Santo!) mi madre siempre me lo celebraba con unas meriendas maravillosas, seguidas por tardes de juegos con mis amigos, siempre recordaré aquellos días con cariño... En esta ocasión, el «sorpresor» fue mi chico, Alonso. Hace un tiempo le comenté que yo nunca había subido a las barquitas del Parque de María Luisa... ¡hasta ahora! el 12 de Septiembre fue el día.

Alonso me llevó al Parque de María Luisa y ¡fue toda una experiencia! Lo primero que aprendí de las barquitas es el sentido del equilibrio, ¡hay que andar con mucho tiento si no quieres acabar nadando con los peces! La segunda selección fue que el remero se sentaba en el medio, tenía su lógica que quien iba a hacer que el barco se moviera ocupase un lugar central (en la vida tendría que ser igual, pues quien consigue hacer que el barco siga a flote, ¡merece que su presencia se note!). En este caso, Alonso hizo de moderno Ben-Hur mientras yo me senté en la proa, eso me permitió ir disfrutando de las vistas de la maravillosa Plaza de España y del divertido «panorama» que había en otros botes (sobre todo en los que había niños), ahí vino la tercera lección: si sabes mirar más allá de tu propio barco, ¡disfrutas más y aprendes un montón!; la cuarta «lección barquera» fue sobre la percepción: desde mi posición se veía que íbamos hacia adelante pero desde la perspectiva de mi genial barquero «avanzábamos hacia atrás», está claro que tu posición determina la acción... De vez en cuando, yo advertía a Alonso: «¡cuidado, sube el remo!» o «¡ojo que se aproxima una barca!» por lo que la quinta lección fue sobre la confianza... El líder no es omnipotente y para avanzar con seguridad, necesita el apoyo de su gente.

- ¡Ahora me toca remar a mí!- propuse con mucho entusiasmo-.

Alonso me cedió los remos y, para cuando quise darme cuenta, la barca iba en círculos...

Sexta lección: por más sencilla que te parezca una labor, no te enteras de verdad cuanto esfuerzo requiere hasta que «pringas» y pruebas por ti mismo, es entonces cuando reconoces: «pues él lo hacía mejor». No obstante, eso no debe de servir de excusa para dejar de intentarlo, ahí va la séptima «lección barquera»: el que la sigue... ¡la consigue! Finalmente, con algo de esfuerzo y tras muuuchas vueltas, ¡aprendí a llevar la barca de la manera correcta!

Ya véis, amigos, ¡lo que da de sí una sorpresa!