Las liebres del talento que rompe límites

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
13 oct 2019 / 09:48 h - Actualizado: 13 oct 2019 / 09:53 h.
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El atleta keniano Eliud Kipchoge ha roto un límite que parecía inalcanzable para los seres humanos: correr un maratón en menos de dos horas. Sus extraordinarias cualidades físicas y mentales, no en vano es el plusmarquista mundial y vigente campeón olímpico, han contado en esta ocasión con el enorme apoyo económico y técnico de empresas interesadas en ser coprotagonistas de un desafío tan potente. No puede subir a los anales oficiales la marca registrada en la carrera organizada únicamente para él. Pero la exitosa experiencia realizada en el Prater, el gran parque de Viena, y toda la minuciosa preparación durante meses, aportan un cúmulo de datos que serán de suma utilidad en todo el mundo no solo para el rendimiento de deportistas, entrenadores, fisioterapeutas, nutricionistas y médicos. También en otros ámbitos sociales, profesionales y empresariales donde aplicar el 'todos para uno y uno para todos'.

En las primeras décadas del siglo XXI parece normal que los atletas del Este de África, sobre todo de Kenia y Etiopía, dominen de modo abrumador en las carreras de medio fondo en adelante, desde la prueba de los 800 metros hasta la mítica distancia de los 42 kilómetros y 195 metros del maratón. Pero África ni estaba ni se le esperaba cuando se desarrollaron los deportes modernos, en el orden mundial colonialista de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, y en las competiciones todo era un toma y daca entre Europa y Norteamérica. Hasta que en 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma, apareció el etíope Abebe Bikila y ganó la medalla de oro en el maratón, batiendo además el 'récord' del mundo, con la osadía de correr descalzo porque las zapatillas que le habían dado no le servían. Fue el primer africano que se proclamaba campeón en una modalidad de atletismo.

Cuando la creciente irrupción de kenianos y etíopes, y en menor medida de ugandeses, sudaneses y tanzanos, redujo notablemente las opciones de subir al podio a europeos y norteamericanos, emergió el talento desde otra zona de África completamente distinta: el Magreb. Los marroquíes Said Aouita e Hicham El Guerrouj encabezaron un periodo rutilante de medallas, plusmarcas y retos, que también ha servido para comenzar a contar con la población musulmana emigrada a países como Francia.

Los apriorismos también son un objetivo a batir, lo que refuerza la motivación ante la dificultad. El noruego Karsten Warholm domina desde hace dos años la prueba de 400 metros vallas, donde desde hace más de 40 años los atletas de raza blanca no conseguían triunfos en la competencia mundial. Y en numerosos deportes se rompen los pronósticos sobre quiénes son los dominadores. El ejemplo español más rotundo es el de la onubense Carolina Marín en bádminton, un deporte que se practica sobre todo en Asia, donde es muy popular, con millones de jugadores en países como India y China, y cuenta con muchos patrocinios económicos. Nadie podía imaginar que una andaluza iba a derrotar una y otra vez a toda la pléyade de figuras asiáticas. Y lo que más se admira de Carolina Marín es su fortaleza mental. Su capacidad de convertir los desafíos en aprendizajes con los que disfrutar.

En la vuelta al mundo del liderazgo es continuo el intercambio de roles sobre quién hace de liebre a quién. Hoy en día, algunas de las multinacionales norteamericanas de tecnología digital que lideran la sociedad global están dirigidas por personas nacidas en la India. Como Google, cuyo primer ejecutivo es Sundar Pichai; Microsoft, con Satya Nadella al frente; Adobe, con Shantayu Narayen, entre otros ejemplos. Lo nunca visto. Como la carrera de Kipchoge.