Las riadas provocaron graves enfermedades endémicas

En 1912, el rey Alfonso XIII vino a Sevilla a conocer el alcance de la inundación, y promover el socorro a las víctimas

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14 nov 2015 / 10:00 h - Actualizado: 14 nov 2015 / 10:02 h.
"Hemeroteca El Correo"
  • En 1912, el rey Alfonso XIII fue visitante de excepción durante los días de inundaciones. El monarca y sus ministros recorrieron en barcas y coches de caballos las zonas del Prado de San Sebastián, la calle San Fernando, el paseo de las Delicias y la plaza Puerta de Jerez. / Archivo Histórico de la Autoridad Portuaria de Sevilla. / Fototeca Municipal de Sevilla.
    En 1912, el rey Alfonso XIII fue visitante de excepción durante los días de inundaciones. El monarca y sus ministros recorrieron en barcas y coches de caballos las zonas del Prado de San Sebastián, la calle San Fernando, el paseo de las Delicias y la plaza Puerta de Jerez. / Archivo Histórico de la Autoridad Portuaria de Sevilla. / Fototeca Municipal de Sevilla.
  • Primera página de El Correo de Andalucía del día 11 de febrero de 1912, informando de los efectos de la riada y la visita del rey Alfonso XIII. / El Correo
    Primera página de El Correo de Andalucía del día 11 de febrero de 1912, informando de los efectos de la riada y la visita del rey Alfonso XIII. / El Correo

{Las consecuencias negativas de las inundaciones del Guadalquivir y sus afluentes en la población, se pierden en la noche de los tiempos. Un asunto vital para la sanidad sevillana que, sin embargo, todavía no ha sido estudiada científicamente. Durante esta década comenzaron a realizarse los antiguos proyectos para dominar el cauce del río y facilitar la navegación y también para dar salida rápida a las aguas desbordadas de las grandes avenidas del Guadalquivir, convertidas en azote ancestral de la ciudad y de la Vega de Triana. En este capítulo recordamos las riadas de 1902, 1910, 1912, 1915, 1917, 1920, 1924, 1926, 1927, 1929, 1930, 1932, 1934 y 1936.

Situándonos en 1900 observamos fuera del área del antiguo recinto amurallado siete núcleos de población que constituían los arrabales de los Humeros, la Macarena, San Roque y la Calzada, San Bernardo, la Resolana, la Carretería y el Baratillo, la Cestería y Triana. Este último era el más importante en extensión, población, edificios y economía, formando una unidad de convivencia completa en la margen derecha del Guadalquivir que se comunicaba con el núcleo central sevillano por medio del puente llamado de Triana y una pasarela que tenía la doble función de paso de peatones y soporte de la conducción de agua, además de otro puente para el ferrocarril Sevilla-Huelva. No faltaron las riadas y bujarretes en esta época, como castigo periódico para Sevilla del Guadalquivir.

LAS EPIDEMIAS

En estas circunstancias precarias de la higiene pública, las inundaciones casi anuales, incluso los bujarretes, tenían gravísimas consecuencias sanitarias para la población. Las principales enfermedades epidémicas fueron la tuberculosis, el reuma, las calenturas palúdicas y la hepatitis en sus diversas manifestaciones.

Durante el periodo de tiempo que contemplamos, y sus antecedentes inmediatos de finales del siglo XIX, hubo riadas de importancia en los años 1891, 1892 –alcanzando las aguas una altura de 9,31 metros con relación al cero geográfico calculado en el muelle de San Telmo–, 1895, 1897 y 1902, aparte de los bujarretes de 1901, 1904 y 1910.

Las inundaciones convertían en lagunas durante varios días amplias extensiones de las zonas bajas de la ciudad, reventaban los pozos negros y promovían la contaminación de las aguas y el aire, además de producir daños materiales muy considerables en los hogares, el comercio y la industria, la agricultura y las instalaciones portuarias. Por ejemplo, las avenidas de marzo de l892 hundieron más de ciento cuarenta metros de muelle en la margen derecha, entre el puente de Triana y la Torre del Oro.

Las inundaciones más importantes de la segunda década del siglo XX, fueron las siguientes: 1912 (7,90 metros), 1915 (6,88 metros), 1916 (7,29 metros), y 1917 (8,81 metros sobre el cero geográfico calculado en el muelle de San Telmo).

Las riadas del trienio 1915-1917 causaron grandes pérdidas en las instalaciones portuarias y perjudicaron las condiciones de navegación en la ría del Guadalquivir. La Junta de Obras del Puerto sólo contaba con dos dragas de succión y necesitaba como mínimo cuatro, circunstancia que se subraya en varios documentos de aquellos años.

La ciudad vivió en la tercera década la zozobra de las inundaciones, de mayor o menor importancia, pero siempre presentes como una pesadilla, sobre todo para los vecinos de las zonas más bajas. Desde el bujarrete de 1919 hasta 1924, Sevilla no sufrió avenidas del Guadalquivir, pero a partir de ese año vivió una larga etapa de riadas que duró hasta 1927. Fueron cuatro grandes inundaciones, una cada año, coronada por otro bujarrete en 1928. La mayor riada fue la de 1926, cuando las aguas alcanzaron 7,95 metros de altura en el punto cero del puerto, y la menor fue la de 1927, con 6,16 metros. Las riadas de los años 1924 y 1925 fueron también importantes y llevaron la desolación a los barrios más pobres de la zona Norte de la ciudad.

EN 1936

El Guadalquivir continuó sus periódicas riadas y en 1936 registró cuatro avenidas, una de ellas la más importante de la década, alcanzando las aguas 7,40 metros. En 1937, 1939 y 1940 volvió el viejo Betis a salirse de madre, con inundaciones que elevaron las aguas –sobre el tantas veces citado cero geográfico del muelle de San Telmo– a 6,70, 6,10 y 7,20, metros respectivamente.

En enero de 1936, en plenos preparativos para las elecciones de las que saldrían triunfantes en Sevilla las fuerzas políticas que formaron el Frente Popular, una riada provocada conjuntamente por el Guadalquivir, el Guadaíra y el Tagarete, afectó tanto a la ciudad y su entorno –la Vega de Triana– como a varios pueblos ribereños.

Todavía sin resolverse los problemas de los damnificados de la riada del mes de enero, se produjo una nueva inundación, en este caso la más importante del año y de la década, que mantuvo a la ciudad y su entorno sumida en el drama que sufrieron miles de familias.

Pero esta segunda riada, que coincidió con las elecciones del 16 de febrero, tuvo un valor añadido en Sevilla, hasta el punto de que algunos historiadores admiten que el triunfo del frente populista no tuvo efectos callejeros –como sucedió en otras capitales– por encontrarse la ciudad gravemente afectada por el desbordamiento del Guadalquivir. La situación de emergencia social se mantuvo durante todo el mes de marzo y parte de abril.