Las viejas chancletas

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28 jun 2020 / 04:37 h - Actualizado: 25 jun 2020 / 11:40 h.
  • Las viejas chancletas

¡Por fin he podido pisar la piscina! ¡Qué ganas tenía! Muchos de los buenos momentos veraniegos de mi niñez tuvieron lugar en torno a una piscina: el sencillo hecho de ponerse el bañador por primera vez en el año ¡ya era emocionante!, la alegría de tirarse de bomba (¡y más si te tirabas en lo hondo!), jugar a "Marco-Polo" con los amigos, merendar manzanas en las toallas (sí, manzanas, mis amigos solían tomar patatas pero mi madre siempre me repetía que "somos lo que comemos", desarrollando mi gusto por la comida sana desde niña), correr por el césped, meterse en la ducha "por fascículos" (primero el dedo gordo del pie, luego las muñecas, mojarse un poquito los brazos...), esas partidas de cartas interminables... Sí, los momentos de piscineo son geniales, te invitan a divertirte, relajarte y refrescarte a partes iguales, por eso esta semana, cuando tuve la posibilidad de ir a disfrutar de un buen baño, busqué con impaciencia mi "kit piscinero": el bikini, el bolso con la toalla, la crema protectora (¡por supuesto!) y ¿las chancletas? ¿dónde estaban? Las busqué durante un buen rato pero sin éxito y de repente, en un rincón del armario, ví mis viejas chancletas de verano: aunque algo descoloridas (ya tenían muuuuchos usos) seguían conservando su banda verde pistacho con un pequeño óvalo metálico en su centro y un mini tacón blanco (si esas chancletas tuvieran cuentakilómetros...) "¡Perfecto!" -pensé- "¡ya lo tengo todo!", acto seguido me las puse con ganas de emprender en breve mi "refrescante" camino, las noté algo frágiles pero tenía el convencimiento de que, para ese ratito, aguantarían y además, mi impaciencia parecía empujarme a salir por la puerta lo antes posible.

Cuando lo breve se hace eterno...

El tramo que separa mi casa de la piscina es cortito, no más de 10 minutos andando, pero la verdad es que a mí se me hizo eterno pues, a parte de que hacía un calor que se asemejaba al mismo infierno, tenía que ir andando a un ritmo bastante parsimonioso (vamos, lo que se dice "pisando huevos") porque las chancletas estaban "regular na má". Por fin llegué a lo que se me asemejaba a un maravilloso vergel... Las continuas caricias del sol hacían que el césped me pareciera más verde que nunca, verde vibrante... Ese tipo de color que te transmite energía al instante; las pequeñas palmeras junto a los altos árboles, formando simpáticas parejas, amigas de niños y abejas; las sombrillas salpicadas por todo el jardín erigiéndose como banderas, las banderas de los conquistadores veraniegos, bajo cuya sombra se resguarda un Imperio entero, el de la serenidad personal... Esparcí mi toalla junto a una de las sombrillas, reclamando así mi propia colonia de maravillas veraniegas, tomé el sol y disfruté de un delicioso baño... Se aproximaba la hora de comer así que recogí y volví a calzarme mis viejas chancletas de banda verde...

Con los pies negros

En mi "viaje" de regreso (sí, viaje, porque fue como una aventura), noté algo raro en el pie derecho... Me encontraba apenas a una calle de mi casa cuando de repente... La banda verde de mi vieja chancleta se desprendió, quedando el zapato inútil y el pie expuesto a la inclemencia del asfalto recalentado... Guardé la chancleta en la bolsa, alcé la mirada, ni una sombra a la vista... Apreté el paso todo lo que pude porque el suelo, literalmente, quemaba. Con expresión de concentración, apretando puños y frunciendo el ceño, recorrí la calle que me separaba de mi casa, diciendo "por lo bajini": "¡ay ay ay!". Los pensamientos fluían con rapidez por mi mente, pensaba en las personas que caminan tranquilamente sobre brasas ardientes ¡tan panchas!, también recordé algo que decía mi padre: "Tengo los pies negros por los humos de más de mil batallas", probablemente, yo no he librado ni la cuarta parte de esas batallas, pero una cosa era segura: llegué con los pies negros, negros...

Súper Persona

Cuando conseguí recuperar mi "aspecto podal habitual", fuí a la bolsa de baño, saqué la chancleta rota y me la quedé mirando... La verdad es que estaba hecha polvo, ¿cómo pude pensar que aguantaría? Sin saber cómo, de repente, me ví reflejada en aquella chancleta... En no pocas ocasiones he creído que podía aguantar "carros y carretas" porque, con anterioridad, ya había hecho alarde de mi fortaleza, pero aquella chancleta no era más que un anuncio de lo que podía pasar si abusaba de mi capacidad... Les tenía cariño a mis viejas chancletas verdes, me habían servido durante muchos años, pero estaba claro que había llegado el momento de jubilarlas; lo mismo sucede con algunas actitudes, hábitos o costumbres que, de mantenerlos, podrían dejarte tirado en la carretera de la vida, con los pies negros...

No, no somos súper héroes pero no hay mayor satisfacción que aspirar a ser Súper Personas, ¡anda, fíjate! de forma abreviada sería "SP" que suele ser el acrónimo de Servicios Públicos, y es que un buen servicio empieza por uno mismo...