Lector, lo que usted quiera, no

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31 ago 2019 / 08:00 h - Actualizado: 30 ago 2019 / 13:08 h.
"Los medios y los días"
  • Lector, lo que usted quiera, no

El otro día este diario me permitió publicar una columna llamada “50.000 verdiblancos”. Yo no uso redes sociales porque tengo otras preferencias pero conozco cómo funcionan y tengo asesores e informantes que me tienen al tanto de lo que barruntan por ahí. Y me apuntaron que algunos me estaban diciendo de todo menos bonito. Bien, no pasa nada. Yo había opinado y ahora opinan los demás sobre lo que he opinado yo, ésa es la convivencia. Si se me insulta me importa poco porque no insulta quien quiere sino quien puede. Si se me descalifica me importa poco porque soy yo mi maestro más exigente. Tengo una obligación como periodista y como profesor: decir y escribir lo que pienso, con argumentos. Si no se está de acuerdo, por supuesto, respeto las críticas. Si un día me agreden por la calle por hacer lo que debo hacer en la vida, ése es el riesgo de la propia vida. El agresor suele ser todo lo contrario de lo que aparenta, sólo tiene la ventaja de sus músculos y de su complejo de inferioridad que lo impulsan a agredir, creyendo que así es más importante, pero entra en una espiral que lo llevará a la desgracia y al fracaso tarde o temprano. Lo peor es que, mientras tanto, se lleva por delante a quien le toque.

Me siento indignado cuando observo que los excelentes periodistas deportivos que hay en Sevilla piden perdón continuamente a los receptores para que no se molesten por las opiniones y los análisis que llevan a cabo en relación con Sevilla, Betis o sobre el tema deportivo que les parezca conveniente, para eso son especialistas con diez, quince o veinte años –o más- de experiencia en periodismo deportivo. Además, sus observaciones las llevan a término con exquisita educación y argumentos sólidos. Me molesta que los periodistas tengan que actuar como vendedores –de información y opinión- con miedo a incomodar al cliente.

Aquí hay una Sevilla enfrascada en el pasado, con miedo evidente a la libertad, refugiada en sus tradiciones que son indudablemente sublimes menos cuando sirven para paralizar mentes, frente a otra Sevilla que nos debe llevar a lo más alto como ciudad. Al personal de la Sevilla inmovilista parece que hay que decirle siempre aquello que no le saque de su zona de confort que a lo peor oscila entre Sevilla y Matalascañas y aun así se atreven a pontificar. Todas las opiniones sirven para algo menos aquellas que no tienen detrás el valor de la experiencia. Las redes sociales reflejan el parecer de segmentos de personas más o menos numerosos, pero también son los vehículos donde se suben aquellos que nada tienen que decir y que despotrican sin ton ni son, con frecuencia anónimamente. Ya dijo Umberto Eco que eran lugares espléndidos para que se refugiaran esas personas que braman en bares y cantinas y que ahora pueden hacerlo a escala universal gracias a las redes.

A tales personajes hay que decirles siempre aquello que quieren oír, en este caso sobre lo maravillosa que es la afición del Betis, sus dirigentes y sus planificaciones deportivas. Me recuerdan al chascarrillo mexicano: “¿Qué hora es?” –pregunta el presidente de la nación a sus asesores-. Y estos le contestan: “La que usted quiera, señor presidente”.