Los medios y los días

Lo bueno de aprobar suspendiendo: salvaos

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28 nov 2021 / 04:26 h - Actualizado: 27 nov 2021 / 09:30 h.
"Los medios y los días"
  • Lo bueno de aprobar suspendiendo: salvaos

No hay mal que por bien no venga. En esta sección que tienen la amabilidad de cederme en este medio de comunicación para que me exprese con la libertad que otros me han negado y me niegan, queda asentada una máxima, por mi parte: entre padres y sistema educativo más lavado de cerebro por parte de la sociedad digital a base no de poca sino de mucha cacharrería mensajística, estamos educando a los futuros mediocres del mañana y a los futuros cerebritos en el campo de la sabiduría ignorante propia de la película Tiempos modernos y de la expresión citada de Ortega. Lo anterior lo demuestra el hecho de que los descendientes de los milmillonarios se siguen educando en centros de élite donde no faltan disciplinas que les ayuden a comprender lo mejor posible el funcionamiento del mundo porque ellos están destinados a conducirlo.

Dicho lo anterior, ¿dónde está lo positivo de las leyes y mentalidades que tienden a educar a los menores y adolescentes en el despiste y en la mucha información pero escaso conocimiento, rodeados por un contexto en el que ya casi da igual estudiar que no para alcanzar un título básico o hasta de bachiller? Lo positivo está en que esas medidas absurdas y débiles pueden originar el surgimiento aún más explícito de la fuerza y la distinción entre padres, educadores y alumnos poderosos y competitivos frente a la gran masa de mandados sin necesidad de que para ello pese sobre todos la espada de los aprobados. No, ahora no se aprobará por imposición, por castigo estatal y de los padres, se aprobará y se será persona por el simple hecho de serlo. No te pondrán ya una pistola para estudiar ni a los padres ni a los hijos ni a los profesores los obligarán a prepararse. Las medidas posmodernas de la sociedad líquida permitirán que surjan las personas que desarrollan su deber de existir como humanos por voluntad de poder ser humanos, frente a la masa de sujetos que se quedarán atrás en la selección natural de una vida orientada no a ser una flor o un gato sino un humano. Buscando la falsa igualdad la posmodernidad logrará lo contrario.

Es como si no te obligan a fichar antes y después de entrar en el trabajo, lo cual me parece una medida inventada para personas inmaduras que llevan el trabajo como un castigo divino. Ahora serán los mejores padres y madres los que les dirán a sus hijos: “estudia por el placer de estudiar y de saber qué eres y de dónde vienes para que puedas defenderte en el futuro y distinguirte de la masa pasota que vive como una planta, no como un ser humano”. Los padres y madres mejores formarán a hijos e hijas mejores. A todos ellos se pueden unir los mejores profesores que no se vendrán abajo y cultivarán el saber por el saber como fin en sí mismo. Es algo similar a la historia que se cuenta de Sócrates. Cuando estaban a punto de darle la cicuta para acabar con su vida por, entre otros motivos, escandalizar a los jóvenes, escuchó una melodía que alguien tocaba con una flauta y quiso aprenderla. Le dijeron que para qué si iba a morir dentro de nada y él respondió: “Pues para saberla”, con lo cual colocó al saber por encima del tiempo y de las circunstancias, el saber tiene valor y fin en sí mismo.

Félix de Azúa, filósofo, poeta, ensayista y novelista, que ingresó en 2017 en la Real Academia Española de la Lengua, ha declarado en Abc: “el Estado vence, va ganando. Es victorioso, tanto si está en manos de un inmoral como Pedro Sánchez que de un pobre hombre como Pablo Casado, da lo mismo. Todo lo que el Estado prohíbe debe ser muy interesante. Están construyendo un bachillerato para analfabetos, pues toca aprender por cuenta propia. Edúcate a ti mismo, porque la educación del Estado no sirve, sólo quieren un voto. Si quieres salvarte, sólo te queda hacerlo por tu propia cuenta”.

He ahí el desafío, la distinción entre los grandes y los pobres espíritus, entre los victoriosos y los fracasados porque el triunfo y el fracaso se miden en primer lugar por el conocimiento. El poder sin el conocimiento tiene las horas contadas. El filósofo Francis Bacon dijo: “El conocimiento en sí mismo es poder.”