Lo malo de viajar en vez de hacer turismo

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23 ago 2022 / 08:02 h - Actualizado: 23 ago 2022 / 08:04 h.
"Tribuna"
  • EP/Ángela R. Bonachera
    EP/Ángela R. Bonachera

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Lo que tiene viajar sin hacer turismo, o sea, encontrándote con amigos autóctonos y participando en sus vidas diarias, es que puedes sorprenderte con esos otros mundos que te enseñan la auténtica diversidad de gentes y mentalidades.

Estas últimas semanas he estado en Ecuador viviendo con la familia de un amigo mío donde todos son Evangelistas. Y no es de extrañar porque esta religión está llegando a cotas de un 20% de practicantes en Latinoamérica. Sólo puedo decir que ha sido para mí una experiencia inusual.

El domingo pasado estuve en una de sus ceremonias cuyo tema central fue “Alabar a Dios”. Yo, desde mi perspectiva racionalista, me preguntaba una y otra vez durante las dos machaconas horas de cánticos repetitivos que qué ser querría que el objetivo de sus criaturas fuera estar alabándole. Pensé que quizás algunos dictadores pirados, pero ¿un padre querría eso de sus hijos? Les juro que por lo menos repitieron cien veces la importancia de alabar a Dios. Yo intentaba traducirlo al lenguaje humano y pensaba que querrían que los fieles pensaran que las cosas positivas que les pasaban en la vida no eran por el esfuerzo de ellos mismos, querrían —imagino— alejar todo egoísmo y vanidad de sus vidas. Pero su forma de alejarlo era bastante abstracta: “Alaba al Señor”.

Y he observado durante estos días que todo lo malo que les había pasado no era cuestión de Dios, pero lo bueno sí. Se les moría un amigo por covid y era una tragedia inexplicable, pillaban sus familiares un covid suave y lo superaban y era gracias a Dios. O la otra versión de que Dios tiene un plan en el que morir de covid es una bendición para alguien.

El acto religioso consistió en escuchar sobre un escenario a un grupo musical —podríamos llamarle “pop”: guitarra eléctrica, bajo eléctrico, batería, teclado y un solista (que desafinaba) y tres chicas (que desafinaban más)— cantando canciones cuyo estribillo machacón se repetía, no les exagero, 50 veces: “Alaba al Señor, alaba al Señor...”, etc. Luego, un par de pastores, desde un atril nos regañaban por todo. Es verdad que el género “homilía” es muy de eso, ¿no? “¡Tenéis que dedicarle más tiempo a vuestros hijos!”, claro, pero si en un matrimonio los dos tienen que trabajar, no para vivir con lujos sino para sobrevivir, y tienen turnos de mierda, ¿es culpa suya? Yo me imaginaba a una enfermera separada (dedicada a los demás con gran esfuerzo) que tiene que hacer turnos y está quemada y que va a la celebración religiosa y ve que le cae encima todo el ataque de una señora y señor que trabajan dos horas al día y que viven en un chalet con vistas, porque no le dedica suficiente tiempo a sus hijos, y me la imaginaba bastante cabreada (si es que le da el agotamiento para pensar). Luego nos regañaban por llegar tarde, por no conectarnos a su Zoom, por no aportar el dinero que dijimos (yo no, los feligreses) a principios de año que íbamos a aportar, etc.

En estos ámbitos yo me doy cuenta de que jamás confrontan ideas. Como siempre están rodeados por gente que piensan como ellos, ni conciben la duda. (Una evangelista me contó que fue al Vaticano a Roma y ni entró, del coraje que le daba la Iglesia Católica...). Y como sus argumentos siempre son o pueden ser del tipo indemostrable: “Dios me dice...”, “Entonces Jesús me abrió un nuevo camino...”, “Oí la voz del Señor...”, pues no hay quien entre a informarles de que Dios no es nada, nada más que esa palabra bálsamo que usan cada día para soportar lo inexplicable.

Un Pastor me contó el domingo (dos veces) que se suicidó a los 13 años pegándose un tiro en la cabeza. Lo dieron por muerto y lo llevaron a la morgue y que en la morgue revivió aunque se quedó ciego del disparo y que ahí encontró el camino del Señor... Y así ciego desde entonces por la gracia de Dios. Luego, a los 60, tuvo un cáncer de médula espinal (no dijo que se lo mandara Dios), pero “gracias a Dios” se medio curó, aunque ha quedado afectado en medio cuerpo. Imagino que pensará que Dios le pone a prueba otra vez... (Qué Dios más sádico con todas esas pruebas, ¿no?: ¿qué hace? ¿Reírse de nuestros padecimientos?).

He vivido unas semanas irracionales, emotivas, bienintencionadas, buenistas, llenas de cariño, de abrazos, de buenas palabras, de cero reflexión, de ingenuidad, de dogmatismos, una mezcla donde lo único que podía hacer era mirar, callar y tolerar.

Esto es lo que me pasa por no haber contratado un tour de playa y monumentos.