Lo que es malo para el virus

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25 sep 2021 / 12:04 h - Actualizado: 25 sep 2021 / 12:07 h.
  • Lo que es malo para el virus

Así que aquello de inyectar lejía en los pulmones para eliminar al virus no es la única locura soltada así, “a ver qué pasa”. De buenas a primeras llega completamente pirado (perdón, no era este el proyecto) llega el flamante ingeniero entrenado en la investigación en universidades USA, porque aquí no se usa demasiado la costumbre de investigar para aclararnos las ideas, que están completamente desvariadas. Menos mal que no van a ser aclaradas con lejía, que el investigador no está tan ido a las nubes como el otro, el político, además no pueden ser aclaradas con lejía porque viene a decirnos, más o menos: la composición del virus es la misma que la del cuerpo humano, así que lo que siente mal al virus sienta mal a las personas. Pues a las personas, conforme vamos enterándonos, nos sienta como un jarro de agua helada. ¿No se podría resfriar el bicho, por un casual, y que, como es tan pequeñito coja una pulmonía que nos deje tranquilos a la especie humana?

Hasta ahora nos han dicho de todo: que nos lavemos las manos, que nos olvidemos de ir como siameses que ya está bien tanto roce, que nos pongamos mascarilla, que nos la quitemos, que los animales no lo contagian, que no lo transmiten. El insigne investigador que viene de los USA un tanto tocado, eso sí, es ahora el único en saber de qué habla, que ya está bien tanto indocumentado y tanta Universidad mal informada que no han sido capaces de volver de USA porque todavía no han salido para “la tierra prometida”. Así que ahora, de buenas a primeras, el virus se queda suspendido en el aire, para eso el otro está en la nube, como un trabajo archivado para no consumir megas, pero él si las consume. Se queda en el aire después de un estornudo o de que a un individuo —o individua— le salga un poquito de saliva por esa boquita que Dios nos dio. (¡Qué asco, que se le caiga la baba! No será frecuente, confiemos). Y después de la salida al aire, el bicho espera paciente, tropieza gatea y se cuela por la boca, que ya lo saben: en boquita cerrada no entran... virus. Las lecciones del interfecto nos consumen de tan nerviosos como nos hacen sentir sus novedades.

Ahora, ya no tiene sentido tanto lavarse las manos, no vayamos a gastárnoslas. Ahora, de pronto, el hombre abre el abanico y deja de ser necesario lavarse las manos, llevar mascarilla, andar separados y hablarnos solamente por teléfono, y empieza a ser verdad que los animales sí lo transmiten, porque, dice que el virus, del aire pasa a los animales y de los animales a las personas. Ohú, como se pueden poner las protectoras. Y los gatos, porque nadie se va a comer a su minino, que si no..., porque no existe mejor forma de librarse del paciente felino.

Aunque lo mejor viene al final, como es normal: hagan lo que quieran, van a caer igual. No merece la pena tomar nada, porque todo lo que es malo para el virus es malo para el ser humano, debido a que tenemos la misma composición química, el mismo ADN aunque el virus es poquito más pequeño, más gordito y con los pelos de punta. Así que ni lejía, que debe tener muy mal sabor, ni pastillas o jarabes de los que combaten las enfermedades. No seamos pesados, que la palmamos igual.

Así pues ¿qué podemos hacer para matar al virus? Morirnos. Es evidente.