Me he encontrado con que, hoy, era trending topic en redes sociales la palabra ‘vomitivo’. Uno puede esperarse cualquier cosa a estas alturas, pero creo que nadie debería normalizar que en redes sociales valga todo, se pueda decir cualquier barbaridad sin que apenas se corra peligro o que la zafiedad y el insulto grosero sea lo más leído. Es un verdadero drama, para una sociedad que trata de parecer moderna, que periodistas, políticos, actores o anónimos se enzarcen sin decoro, olvidando la moral más básica, en batallas dialécticas que destruyen lo esencial para las personas, esto es, la dignidad de todos nosotros.
Una niña muere asesinada (eso parece y todavía no hay nada seguro puesto que la justicia no ha dicho la última palabra) a manos de su madre. Un periodista publica un tuit condenando el silencio de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Y se lía la mundial porque ese periodista dice que el silencio de Montero es vomitivo y comienzan a aparecer mensajes diciendo que lo vomitivo es hacer política con la muerte de la pequeña, que lo vomitivo es que la feministas no condenen la muerte de niños a manos de sus madres, que lo vomitivo es cualquier cosa, puesto que esa palabra se extiende como una mancha de aceite por la red y alcanza asuntos dispares y todo se mezcla sin remedio. Sea como sea, cientos de personas se apuntan a insultar, a señalar, a guerrear poniendo de excusa a una niña de seis años que está muerta. Ni se respeta la presunción de inocencia, ni se miden las palabras dichas o el daño que pueden provocar, ni se oculta que lo importante para algunos es parecer importante aunque sea a base de decir barbaridades.
Lo peligroso es que ya es normal que un periodista ataque a un político con descaro sin que pase nada; lo peligroso es que los políticos señalen a los periodistas sin taparse, lo peligroso es que lo que sucede en la Internet siempre vaya un paso por delante de lo que puede alcanzar la Justicia; lo peligroso es que un zopenco cualquiera pueda decir lo primero que se le ocurra y que tenga a su disposición un altavoz de la potencia que tiene una red social. Esto y muchas cosas más sí convierten en vomitivo todo aquello que sucede en ese móvil (cientos de millones de terminales) desde el que usted está leyendo esta columna, desde los que se generan miles de millones de opoiniones públicas cada día. Y así no vamos a ninguna parte. Pasarán los años y miraremos con horror lo que fuimos capaces de consentir sin pestañear.