Loa a los jueces de familia de Sevilla

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24 mar 2020 / 09:20 h - Actualizado: 24 mar 2020 / 09:48 h.
  • Loa a los jueces de familia de Sevilla

Verónica es una brillante artista polaca que vive en los derredores de la calle Feria, -que fuera Sevilla roja y cuna de Pepe Diaz- que, como otros progenitores, celebraba ayer que los hijos de su pareja retornaran con su padre, tras diez largos días de ausencia de la custodia compartida del otro.

La comprensión de Sevilla y de lo hispano, para quienes decidieron por mor del destino establecerse en nuestra ciudad, engloba hechos tan dispares como desfilar procesiones o batas de faralaes en Abril, (ahora resulta que Jesús murió en Septiembre) o cómo es posible encontrar en las inmediaciones del Hospital Virgen Macarena, contenedores de basura derramada, o farmacias donde es inútil hallar desinfectantes o mascarillas.

Como ella, como Lisa o Lorenzo, otros muchos lloraron el día en que se cerraron las fronteras, lazos imaginarios con sus orígenes alemanes e incluso íberos, porque la sensibilidad no está reñida con la cerrazón de nuestra querida patria hispana.

A diferencia de lo acordado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que anuló las visitas al otro progenitor mientras durase la alarma, los Jueces de Familia sevillanos dieron un ejemplo y no establecieron ningún límite –salvo el sentido común- en el derecho de los hijos a estar con ambos.

Este acuerdo bendecido por el Decano de los Jueces, Francisco Guerrero, hará posible que los confinamientos no tengan techo, algo que se debe, sin duda, al buen hacer de la Magistrada del Juzgado de Familia num 7 de Sevilla, Antonia Roncero, así como a los demás partícipes de dicho acuerdo.

A alguno de ellos, -sabe a quien me refiero- esta situación debería hacerla reflexionar sobre las virtudes de la custodia compartida y del innecesario confinamiento permanente en que ha sometido a toda una generación de padres, convertidos en meros visitantes ocasionales interruptivos de la forzada rutina de aquellos que fueran un dia sus hijos.

Cuando Nixon vió a Satchmo, en el Aeropuerto JFK de Nueva York, se acercó a él y le dijo que le acompañara a la entrada de autoridades, pretextándole que le parecía inaceptable que una figura como él, guardase cola.

Louis Amstrong se asustó al ver que el propio Nixon asía una de sus maletas y le siguió azorado.

Minutos después era el Presidente americano el que eludía el control fronterizo, con el equipaje lleno de hachis del iniguable trompetista y cantante de jazz americano que había hecho suya la causa de la igualdad de los negros llamando nada menos que cobarde a Einsehower por no hacer nada en Arkansas, contra los que impedían subir a los autobuses a aquellos.

Ayer y hoy, cientos de niños propios y ajenos, volverán a su otra historia posible y entrarán en sus hogares bajo los acordes de Chet Baker en París o Horowitz in Moscow.

Volverán a tomar esa sopa de tomate guardada para ellos o esas croquetas que se deshacen nada más el contacto del aceite inflamado en la sartén.

Así que hoy es día de mariposas y maletas de Satchmo. Cierto es que no hay mucho que celebrar, cuando los féretros no tienen tierra, sino hielo que les guarde.

Pero ya saben, la enseñanza de estos días versa sobre la fugacidad de la vida, por lo que les ruego no tomen a mal mis pequeñas licencias de felicidad; es mi pequeña contribución a cambiar el mundo.

Así que, Ladies and Gentlemen, entonen conmigo when the saints go marching in.