Lograr la meta para alcanzar amor

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16 may 2021 / 10:54 h - Actualizado: 16 may 2021 / 10:56 h.
  • Lograr la meta para alcanzar amor

Cuando se decide comenzar un camino siempre se hace para alcanzar o logar una meta. Unas veces este objetivo está perfectamente definido otras, sin embargo, es una intuición, pero nunca una fotografía definida y clara. Al final, se puede llegar a la meta habiendo experimentado en el caminar una serie de acontecimientos, en donde el paisaje del lugar te posibilite fotografiar un entorno que nunca habías podido imaginar. La pregunta que nos podemos hacer es ¿se trata de lo que verdaderamente nos habíamos propuesto alcanzar?

Lo cierto es que llegar a la meta supone hacer un esfuerzo e ir definiendo mojones de referencia que nos irán dando las claves de lo que es importante o de lo que es meramente circunstancial. Lo importante nos ayuda a esforzarnos y a sentirnos comprometidos con nuestro objetivo. Lo circunstancial nos hará, a veces, angustiarnos y hasta tener la tentación de abandonar el camino iniciado.

Ante la angustia y la tentación hay que poner en valor el esfuerzo y el compromiso. Es verdad que lo circunstancial puede hacer mucho daño, afectar a nuestro caminar y hacer que tengamos momentos en el camino llenos de sufrimiento; lo cual puede lograr que afecte a la orientación del proyecto que queremos realizar en cuanto lleguemos a la meta. Pero no es menos cierto, que lo mojones de referencia harán que podamos discernir de manera adecuada lo que es importante y de lo que es accesorio, en definitiva reforzar lo positivo frente a lo negativo.

El camino para lograr llegar a la meta está lleno de claros y oscuros, de días soleados con un viento refrescante, de lluvia suave y agradable o de tormentas cargadas de rayos y truenos con un viento fuerte que pretende tumbar y quien encuentra a su paso.

En el camino podemos encontrar la bondad y la disponibilidad del viajero que quiere ayudar a que podamos llegar a nuestro destino; pero también la maldad y la manipulación de quien, por envidia y rencor, quiera que tus piernas queden quebradas e inservibles.

Alcanzar la meta es el objetivo de quien emprende y de quien arriesga. Alcanzar la meta es el trabajo que se marca quien sueña y quien innova. Alcanzar la meta es ir forjando día tras día un ideal alcanzable, es diseñar un proyecto que tenga en cuenta cada mojón de referencia que haga de cada kilómetro recorrido un punto de apoyo lo más seguro posible.

A lo largo de mi caminar he podido encontrar a empresarios, emprendedores sociales, profesores y políticos que querían alcanzar una meta. Habían logrado grandes objetivos y con éstos habían configurado grandes proyectos que estaban constituidos por solventes proyectos empresariales, sociales, contenidos de asignaturas que hacían surgir en el alumnado el emprendimiento y programas políticos que animaban a dar solvencia a la democracia.

He encontrado también a religiosos y religiosas emprendedores con una gran vitalidad existencial desarrollando proyectos sencillos o no tan sencillos en los lugares más difíciles y complicados, bien por los parajes abruptos y de complicado acceso o bien por las circunstancias sociales y políticas que se estaban dando.

Todo esto hace que me pregunte un día detrás de otro sobre los mojones de referencia que debo de tener mientras hago el camino para alcanzar la meta. La meta objetivamente es un punto de encuentro para quienes hayamos emprendido un camino y la vida es el camino de cada persona. Así tenemos que en el encuentro podremos disfrutar recordando momentos memorables; pero también seremos capaces de analizar y valorar las dificultades encontradas. La meta tiene que suponer un punto de apoyo para fotografiar un paisaje, haciendo que la fotografía resultante nos ayude a tomar la iniciativa para emprender otra vez el camino y fijarnos una nueva meta. Hemos de completar la belleza del paisaje realizando nuevas fotografías porque esto nos hará tomar conciencia de que un proyecto, que aspire a alcanzar la bondad y a desarrollar en nosotros el compromiso y la solidaridad, no puede concluir cuando se ha superado la línea de meta.

Hace unas semanas escribía en uno de mis artículos que estaba leyendo el libro de Pedro Miguel Lamet titulado «Para alcanzar amor. Ignacio de Loyola y los primeros jesuitas». He concluido el mismo y sin lugar a dudas supone un mojón de referencia en la meta de mi vida. Su fotografía, invito a mis lectores de este artículo, puede ayudarnos a afianzar una vida basada en el emprendimiento desde la bondad y el compromiso.

La transformación de las personas se realiza en el día a día. Es este hecho el que logra que los emprendedores nunca cedan a las dificultades, al contrario, aceptan que éstas sean elementos clave para poder cambiar todo aquello que puede afectar negativamente al proyecto de alcanzar la meta.

San Ignacio de Loyola hizo de las dificultades un soporte esencial para lo que sería el gran proyecto, la Compañía de Jesús. Toda su vida fue un caminar, además literal, incluso cuando se hallaba en Roma dirigiendo la Compañía, no dejó de caminar a través de sus escritos y de sus preocupaciones por todo lo que acontecía en la sociedad. Supo descubrir que cada acontecimiento que vivía tendría sentido en el proyecto emprendido, siempre existe el porqué y el para qué. La sencillez en la construcción del proyecto junto al empeño por alcanzar la meta hicieron que cada contratiempo fuera un mojón de referencia transformando lo negativo en positivo. En San Ignacio de Loyola, el Amor con mayúscula se constituyó en su firma de identidad haciendo que cada meta alcanzada quedará dibujada bajo la bóveda del Amor.

En la página 240 podemos leer «De ponto un día sonaron unos golpes secos en la puerta. Cuando el peregrino abrió, vio que era un aguacil. Veníos un poco conmigo, le dijo. Luego lo cogió del brazo y lo llevó a la cárcel. Por el camino......se tropezó con un distinguido joven a caballo, seguido de sus servidores, que le dirigió un mirada mezcla de curiosidad y compasión...era nada menos que don Francisco de Borja, duque de Gandía.....No podían entonces imaginar lo que influiría en sus vidas aquel detenido ni soñar que ambos llegarían a ser destacados jesuitas. Sobre todo el duque, que sucedería a Ignacio como general de la Compañía».

Desde luego nada, absolutamente nada, sucede por casualidad cuando lo que prima es la bondad y el compromiso.

Más adelante leemos lo siguiente «También para Iñigo aquella había sido sui prueba de fuego con la jerarquía eclesiástica ¿Valía la pena quedarse en Alcalá con tantas restricciones? Había fracasado una vez más en su intento de copiar literalmente la vida apostólica de Jesús y sus apóstoles. No pudo conseguirlo en Tierra Santa, ahora tampoco en Alcalá, que era un hervidero de ideas y sospechas. Si le cerraban las puertas ¿qué debía hacer? Un día se decidió: acudiría sin más rodeos al máxima autoridad eclesiástica del reino, al mismísimo arzobispo de Toledo».

Alcanzar la meta no es tarea fácil. Por esta razón la savia del árbol del emprendimiento no puede nunca de dejar de circular, es la fortaleza que hará que cada proyecto, sea árbol pequeño o árbol frondoso, sea pequeña empresa o gran empresa, sea pequeño proyecto social o gran proyecto social, sea asignatura optativa o asignatura troncal, sea pequeño detalle político o gran programa de gobierno, pueda alcanzar todas aquellas metas que se proponga.

La consistencia de un proyecto tiene que basarse en la construcción de una estructura solida y solvente, por esta razón es imprescindible tomar conciencia de que un mojón de referencia tiene que ser el tener una estructura definida de la manera más eficiente y eficaz. San Ignacio de Loyola en su recorrido de percata «que habiendo pasado veinte días de su salida de la cárcel. Una novedad bien simbólica pudo advertirse entonces en el caminar del peregrino. Llevaba de la brida un asnillo con algunos libros. Empezaba a caer en la cuenta de que hacen falta medios humanos para poder influir y que la cultura es imprescindible». Leemos este texto en la página 262.

Se va configurando un proyecto desde la experiencia vital y existencial. Cada azote recibido puede ayudarnos a cambiar el mundo. Cada éxito tenido tiene que hacernos más humildes y más comprometidos.

Para concluir la reflexión de hoy lo haré citando un párrafo de la página 263, al mismo tiempo que me comprometo a seguir esta reflexión, apoyado en este libro, la próxima semana. «Al anochecer un granero o un establo servían, por caridad, para dormir y una mesa de campesino para compartir un pedazo de pan o unas manzanas mendigadas por señas. Ya tenía los pies hechos al camino, que era su celda y monasterio, y el firmamento, su mejor bóveda y basílica».

Emprender no está exento de dificultades. Emprender es romper con las inercias que no dejan vislumbrar, en el camino, los mojones de referencia. Emprender es empeñarse en cambiar lo que es caduco y negativo. Emprender es superar día tras día las trabas que aparecen por iniciativa de quienes se empeñan en destruir. Emprender es no tener miedo a quienes quieren hacer daño, aunque sean poderosos y engreídos. Emprender es hacer que la vida se construya desde la bondad, el perdón y la comprensión. Emprender es liderar el camino para alcanzar el Amor.