Lola abre sus puertas

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21 mar 2020 / 11:42 h - Actualizado: 21 mar 2020 / 13:12 h.
  • Lola abre sus puertas

Como en una novela, Lola llegó a Puerto Real, completamente derrotada por esa historia incontable que nadie le escucharía ni creería jamás.

Hasta tal punto fue así, que ella misma empezó a dudar de su propio relato de maltrato, y solo le quedó el gesto de abrir la puerta a la calle, esa misma calle que había vuelto la espalda a su dolor.

Y asi la mantuvo permanentemente, como desafío no tanto a sus propios miedos y terrores, sino a los de quienes se negaban siquiera a reconocerla.

Hay muchas cosas que llorar en estos días. Dramas sin lamento que anegan Europa. Pero hay algo que definitivamente debería conmovernos...

El cierre de las fronteras que permitía el libre tránsito, clausurando sine die, un espacio de libertad de alrededor de ocho mil km. por tierra y más de cuarenta mil Km. por mar.

Fue Ken Wilber quien definió al hombre como el único animal que precisaba dar nombres a todo y situar líneas imaginarias fronterizas por doquier, augurando que su erradicación supondría la desaparición del ego.

La historia de los nombres, narrada por Heródoto es apasionada y vertebradora de leyendas que nos llevaban a Sócrates o a Pericles; y que nos hacían volar hacia Persia o Babilonia o hacia aquel Principe de menguado juicio e ira desenfrenada que fue Cambises.

Pero he aquí que el mundo se ha ido estrechando y que solo nos quedan estas cuatro paredes en que nos hemos confinado.

Apiñamos muebles contra las puertas; comestibles en cada cajón y ya hasta las guerras resultan superfluas; no en vano toda la humanidad compra armas para defenderse de imaginarios asaltos, como acumula comida perecedera y hasta ya una firma valenciana, enseña del éxito en nuestro país, niega la devolución de lo acopiado en mal estado.

Los réditos y beneficios de dichas compras, revertirán en más virus.

Lo uno exige inexorablemente de lo otro.

Hemos convertido el miedo en crónico, aniquilando nuestras alas, de suerte tal que ya hemos contagiado las almas infantiles perdiendo la inocencia; y ya hasta sin darnos cuenta, nos acaban de cerrar fronteras como a exiliados sin patria que nos acoja.

Me levanto a oscuras. Me asomo ante ese sol naciente y pienso en Lola...

Como ella descubrió, los miedos no están fuera. Permanecen dentro de nosotros hasta que acabamos necesitándolos para reforzar nuestros egos.

Así que, como ella, decido desplazarme lentamente por el pasillo antes ocupado por muebles, y abro la puerta de la calle.

Dejo que salga el miedo.

Como cantara Amstrong, “at once the sparks go flying”.