Los 350

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18 mar 2016 / 23:38 h - Actualizado: 18 mar 2016 / 23:38 h.

Esos son los que tienen en sus manos el futuro de mi país, menuda responsabilidad, cuanto orgullo, escribiendo páginas que engrosarán futuras biografías. No se si son conscientes de que están conformando la historia. Las mentiras de los medios significan algo. Por ejemplo, que no las tienen todas consigo para justificar la Gran Coalición. Se esfuerzan, quizás hasta convencerán a algunos. Otros, nos indignamos cada vez más. En cierto modo, parte de esa responsabilidad le empieza a corresponder también a la ciudadanía. En este país tiene que dejar de verse la discusión interna como una señal de debilidad política. Los partidos no son sectas con preceptos dictados por un Dios que necesita intermediarios para que así nadie pueda cuestionar sus mandatos. Aprendamos de los norteamericanos: se matan amigablemente en las primarias y al día siguiente las heridas se cierran porque forman parte de un mismo proyecto político. ¿Discusiones internas? ¡Pues claro! ¿Gente que se cansa? ¡Pues claro! ¡Si la política de partidos es infumable!

El trabajo político, cuando es sincero, reclama un sacrificio espectacular. Y muchos desacuerdos. Tantos como ideas. A ver, si van a discrepar las familias y no van a poder hacerlo los partidos. Eso de exigir a los políticos que se comporten como creyentes de la religión única sólo sirve para infantilizar a la ciudadanía que no quiere, porque le sobran, más problemas. Es momento de discutir, porque así lo han dicho las urnas, compartiendo la necesitad de salir del bipartidismo, de superar las políticas económicas de la troika anteponiendo nuestro peso en Europa, de atender a las demandas sociales, a ecologistas, feministas, pacifistas, y en definitiva, es el momento de reinventar la política. Tenemos urgencias diferentes y exigencias distintas de participación, de colaboración con lo viejo, de confianza en las bases, de sensibilidad con el medio ambiente. Vamos a discutir todo y mucho, y lo que en ningún momento debemos hacer es repetir los comportamientos antiguos. Ahí es donde tenemos que ser exigentes y estar muy atentos. Si en las disputas internas nos equivocamos, (por ejemplo, en la discusión territorial) la herencia de lo viejo nos habrá contaminado. Y ahí, existe la posibilidad de ser mucho más virtuosos de lo que lo hemos sido hasta ahora. Hay que repartir prioridades. El enredo parlamentario en el que nos mete el moribundo bipartidismo nos quita muchas energías para el reto pendiente, «olvidarnos de una vez de los rencores de la guerra civil» y sus reminiscencias.

Quedan dos meses de guerra sucia. Los líderes de Podemos ya se odian. Como en el PSOE y el PP. Siguen intentando medir lo nuevo con los patrones de lo viejo. Veo el comportamiento del sistema intentando inventar mentiras y tapando vergüenzas mutuas para que su plan cuaje y pienso, ¿por qué no leen las biografías de Fraga y Carrillo?, así, al menos, le podrán echar la culpa a alguien de esa época de que lo que salga, de seguro, que si lo hacen, saldrá bueno.