Dicen que detrás de cada ser humano hay una novela, una novela realista que con frecuencia es un escaparate de la crueldad de la vida. Nunca sabremos con exactitud qué había detrás del suceso del matrimonio de ancianos que apareció muerto en su casa de Lora del Río, ellos, las fuentes principales para comprender qué han sentido durante sus numerosos decenios de existencia, ya no están con nosotros. Tal vez nos enteremos cómo murieron porque las autopsias permiten que hasta los cadáveres hablen. Pero esa tragedia que se presume que se esconde detrás de sus muertes se la han llevado al más allá.
Sin embargo, los que vamos cumpliendo años y, sobre todo, otros ancianos como ellos, podemos sentir la dureza de la vida y cómo la vejez, según la canción de Alberto Cortez, “es la más dura de las dictaduras”. Una vida alejada de Andalucía, en Cataluña, una vida alejada de sus raíces, una pérdida que no tiene remedio y que nadie puede devolverles. Ellos regresaron al sur, a su pueblo, Castro del Río, en Córdoba, y de allí a Lora, ¿por qué ese ir de un lado a otro? La mujer, a la que le alcanza un latigazo de ese azote que se llama ictus, caminar con la ayuda de un andador, el ingreso en un asilo, el marido que la saca de allí y se la lleva a casa... Y la muerte de ambos. Eso es lo que me cuentan los medios.
Lo peor no es lo que sabemos o añadan las autopsias sino lo que no sabemos ni llegaremos a saber nunca, el sufrimiento de estas dos personas, la decadencia progresiva del cuerpo humano, querer hacer cosas, querer vivir y no poder. Yo no descarto el suicidio de los dos de común acuerdo y deploro ese interés de los medios más amarillos en comenzar sospechando y recalcando –de entrada- que se investigaba si podría ser asesinato machista. Claro, como el hombre es asesino de mujeres por naturaleza y como decir eso vende más, hay que largarlo sin la más mínima prueba, sin esperar a los hechos y sin respetar la presunción de inocencia. Eso se llama juicios paralelos a los hombres y por eso el feminismo falso de algunos medios se vuelve contra las mismas mujeres.
Una de las hipótesis de la Guardia Civil indica que ella se mató accidentalmente en el cuarto de baño y él decidió quitarse la vida con fármacos. Puede ser, ellos entienden muchísimo más que yo de estas tragedias. A mí me parece que ambos se quitaron la vida con fármacos pero qué más da, el caso es que con los hechos que sí sabemos podemos levantar una historia muy triste de las miles de historias similares donde uno se pregunta quién les devuelve a estas personas la vida que no han podido pasar entre los aires de su tierra. Lora y Constantina y Las Navas de la Concepción y toda la Sierra Norte de Sevilla está llena de emigrantes y de hijos de emigrantes que han regresado y poco a poco la vejez los ha ido poseyendo hasta que les ha llegado o les va llegando el final. Habrá que darle las gracias a Cataluña por darles trabajo y acaso por proporcionarles días felices pero, ¿a quién se le piden responsabilidades por el delito de haber impedido a estas gentes crecer y vivir en sus tierras? Nacieron, crecieron, emigraron, regresaron, envejecieron y murieron. Puede que me digan que esto es un artículo muy derrotista pero así fue, lo sé de buena tinta.