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Viéndolas venir

Los cómplices del virus

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Álvaro Romero @aromerobernal1
20 sep 2020 / 11:30 h - Actualizado: 20 sep 2020 / 11:32 h.
"Viéndolas venir"
  • Los cómplices del virus

Como en toda catástrofe, todavía hay en esta quienes la niegan porque no le ha caído ningún cascote encima. Todavía. Entre los negacionistas, los conspiranoicos y los más listos del universo que sin embargo no han salido de su casa, ejercen una fuerza tal que no es ya que ayuden a la sibilina propagación del virus, sino que fortalecen el estado de rabiosa incertidumbre por el que a mucha gente se le ha infiltrado una peligrosa desgana de vivir. Y eso es muy lamentable: para gritarles su irresponsabilidad a esa panda de inútiles que tenemos que sobrellevar, como si no tuviéramos bastante con determinados políticos, por no generalizar, que es siempre injusto.

El caso es que hay un número creciente de gente que debería estar en cuarentena a la que le falta un guardia civil en la puerta de su casa; un número indeterminado de ciudadanos que pasa olímpicamente de la pandemia, hace burla de lo que está sucediendo y se ríe a mandíbula batiente del sufrimiento concatenado que nos afectará a todos tarde o temprano, olvidando además las decenas de miles de muertos en nuestro país, el millón de muertos en todo el mundo.

Frente a ellos, esta semana, y solo en Sevilla, han confinado a centenares de alumnos en sus casas por el positivo de algún compañero o docente. Estos niños, a los que se les ha intuido la sonrisa por debajo de la mascarilla durante los pocos días que han podido asistir a clase, no se han quejado lo más mínimo por estar cinco horas solidarizándose con el resto de la humanidad desde sus pupitres. Ahora, sin salir de sus casas, volverán a darnos a una lección monumental, como la que nos dieron durante el confinamiento, con sus arcoiris balconeros y sus aplausos de inercia cuando todos dejamos de aplaudir. Estos niños provocan una insoportable vergüenza ajena por toda esa gente que ha decidido hacerse cómplice de lo más oscuro de esta vida que nos ha empezado a cambiar tanto. Estos niños disciplinadamente encerrados nos van a recordar dolorosamente hasta qué punto somos cómplices de la desesperanza cuando creemos haber crecido solo por la talla de la ropa.