La Gazapera

Los flamencos y sus complejos

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
16 dic 2022 / 07:45 h - Actualizado: 16 dic 2022 / 07:45 h.
"La Gazapera"
  • Los flamencos y sus complejos

Cuando hace siglo y medio el flamenco alternaba y convivía en los cafés cantantes con otros géneros musicales, teatrales o circenses, llegó Silverio Franconetti Aguilar (Sevilla, 1831-1889), el gran cantaor, sin complejos y sabiendo el valor de nuestro arte, decidió que en su café de la céntrica calle Rosario, 4, el Salón Silverio, que estuvo abierto desde 1881 hasta 1888, solo se daría flamenco, arte andaluz: cante, baile y guitarra. Entendía que no hacía falta mezclarlo con nada porque pensaba que no había un arte tan completo en el mundo, como lo jondo. Cuando creó su compañía de flamenco, con la que recorrió España, solo llevaba a cantaores, cantaoras, bailaoras o bailaores, y guitarristas.

Siglo y medio después, algunos piensan que el flamenco solo se podrá mantener si se abre a mezclarse con otros géneros, como si eso no hubiera sucedido nunca. Desde el mismo nacimiento del arte jondo, cantantes de ópera, tenores, barítonos o tiples interpretaron cantes flamencos como la soleá, la caña, la jabera, la petenera o la farruca, como la Niña de los Peines cantaba rancheras o cuplés por bulerías. Canciones andaluzas, de nuestro rico folclore, acabaron convirtiéndose en palos flamencos que aún se siguen grabando. No entiendo que se le dé tanta importancia a que cantantes españolas como Rosalía o Rozalén aflamenquen sus canciones con gorgoritos, giros o compases flamencos. Y como suelen cantar ante decenas de miles de jóvenes, existe la creencia de que eso es lo mejor que le puede pasar al flamenco. No que el guitarrista Antonio Rey haga un gran disco o que María Pagés llene los teatros del mundo entero con espectáculos donde se dignifica el clásico baile andaluz de calidad.

No, el flamenco no necesita que Rosalía haga flamenquito ante miles de personas para asegurar su futuro. ¿Saben lo que hace que un arte no muera? Que las instituciones que promueven la Cultura, en este caso, el flamenco, se preocupen de que los intérpretes tengan trabajo y facilidades para grabar discos y crear obras. Que el Estado, en este caso, España, logre que al menos las emisoras de radio estatales tengan programas de calidad en vez de tanta música foránea. Que las peñas no le den 2000 euros a una cantaora de moda y le quieran dar menos de la mitad a un gran maestro del cante. Que nuestras televisiones programen menos basura y más flamenco de calidad, y que los artistas mayores no acaben en residencias o con una pensión con la que apenas pueden arreglarse la boca.

Pongan dinero y medios en general y verán como el flamenco no tiene que mendigar la atención de cantantes que apenas vocalizan y que no saben si el compás es una métrica musical o un artilugio para hacer circunferencias. Fuera complejos, porque el flamenco es un arte grande y adorado en el mundo entero no porque coquetearan con él grandes músicos del siglo XIX, de la llamada música culta, o del siglo XX, sino por creadores como Silverio, Chacón, Manuel Torres, Patiño, La Cuenca, Carmen Amaya, Marchena, Montoya, Caracol, Mairena, Ricardo, Valderrama, Paco de Lucía, Sanlúcar, Morente, Lebrijano o Camarón.