Los muertos y vivos de Pedro Sánchez

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10 nov 2019 / 12:26 h - Actualizado: 10 nov 2019 / 12:28 h.
  • Los muertos y vivos de Pedro Sánchez

Quiero empezar este artículo recordando a Gabriel Jackson. (qepd)

Fueron principalmente americanos e ingleses los que tomaron partido luchando en las Brigadas Internacionales; y fueron también sus descendientes los que tomaron su testigo y convirtieron la memoria de sus hazañas y fracasos, en libros evocadores de los testimonios perdidos de la derrota.

De todos ellos, Gerald Brenan dibujó la España recóndita de postguerra, mientras aun espero de Ian Gibson su defección de la escritura, tales han sido los errores y falacias de haber convertido a Lorca en su particular modo de negocio, situando su tumba en decenas de sitios donde no queda más que herrumbe. Por cierto, ¿dónde está o adónde se fue Lorca?.

A Gabriel Jackson lo conocí en el retorno del sevillano Martínez Barrio, Presidente de la IIª República, donde mencionó la palabra y el nombre proscrito de Negrín, el personaje imprescindible de aquella cegadora época, último en abandonar España por la Sierra de Aitana. Ese mismo que estuvo a punto de desplegar la aviación republicana sobre la flota alemana de Hitler, en el transcurrir del Mediterraneo malagueño.

Paseamos y recorrimos juntos la memoria de D. Diego, de lo que deduje que la pasión no es un producto con denominación de origen ibérica, sino común a los corazones que aman la libertad y las causas perdidas. Estas son siempre las justas.

Pero hoy me centraré en la noche electoral; esa que he vivido en varias sedes e ideologías.

Las de Chaves eran puro trámite, tránsito indolente de un pueblo adormecido, apenas despierto por algunos aldabonazos andalucistas.

Nunca olvidaré la victoria de Javier Arenas, siquiera derrota al fin. Alrededor de sus lágrimas y las de Montoro, las mórbidas ensoñaciones de los pocos allí presentes, prestos a la daga. No tengo duda de que en política no hay elogio fúnebre en vida. Quizás aquella fue la oportunidad de una Andalucía moderna, por la que Arenas ha prestado constantes servicios a la dificultad intrínseca de ser andaluz en Madrid o en Barcelona. No estoy seguro de que algún dia la sociedad le dé el reconocimiento que merece.

Hoy toca la gran noche de Pedro Sanchez. Le esperan vivos y muertos.

Por un lado, la misma izquierda a la que negó el pacto y a la que humillará por última vez. Muchos saldrán del escenario, ni papeles secundarios les aguardan.

Pero más peligrosos aun, a Sánchez, le esperan los muertos. Los taimados que creyeron un destino más soberbio que el derramado por su transitorio poder. Siempre descubres y tarde, que son multitud.

Mientras brillan los puñales, entre las cajas de hojaldres, vivos y muertos rezarán, que no otra cosa es la política, mientras intenten esquivar un simple crepitar de dados.

A Gabriel Jackson lo condenó Mac Carthy en su caza de brujas. En mis tiempos amarillos de Barcelona, traté infructuosamente de volver a verlo, pero había marchado a su país, en compañía de su hija. Creo que quien se fue, ya no era él. En cierto modo, nunca nos dejó. Se es de donde se ama.

Antes de despedirse de mi en la Estacion de Santa Justa, elogió que yo fuera un hombre libre. Errado o no, el Estado está noche no caerá ni bajo el yugo de otro Frente Popular, ni bajo la rabia disfrazada de España imperial.

Hoy nacerá un nuevo Régimen, un nuevo proceso constituyente.

Pero como constante en la historia de España, caerá sojuzgado en la corte madrileña. Habemus gran coalición para que todo siga igual, como el casino provinciano de Machado.

Mientras esto ocurre, camino por la playa frente al retiro presidencial de Doñana, desde donde evoco a Gabriel Jackson, mientras descubro qué pocos muertos quedan por la causa del hombre libre.