Sin descalificaciones podemos discutir acerca de la idoneidad de los nuevos diputados y las formas.
Algún analista decía que la sociedad española es esto: parados, activistas sin oficio, trabajadores sociales y demás novedades. No estoy muy seguro de que sea así y si lo fuere no es para alegrarse.
Prefiero un Parlamento con juristas, profesionales de la enseñanza y de otras disciplinas, gente ilustrada. Y además de eso, a gente con principios, de honradez intachable, capaces de aportar a las leyes y a los debates ideas atinadas. Pero hace tiempo que en el Congreso escasea todo eso.
No es para alegrarse que oigamos tonterías solemnes, palabrería de mítines, simplezas que caben en un titular o en un tuit. O veamos numeritos como el de la diputada y el lactante. De todo eso parece que vamos a tener de sobra en esta legislatura (si es que llega a la primavera).
Lo de las formas es tema menor salvo que pensemos que el hábito hace al monje. No sé que es más representativo de la sociedad española si llevar chaqueta en actos importantes o aparecer con un vaquero. Va uno a una boda y sabe que debe ponerse una corbata salvo que los novios se presenten en el juzgado con unas chanclas entonces el que desentona es el de la chaqueta.
Cuando voy a la gala de los Goya me piden esmoquin o traje oscuro. Y en el Festival de Cannes si no te pones el esmoquin no te dejan pisar la alfombra roja y hasta los fotógrafos van de etiqueta. Pero siempre hay uno que aparece con zapatillas de deporte. Y si es de los grandes entra. No se vota a los partidos por la indumentaria. Pero un poco de nivel en todo no estaría de más.