Que Ione Belarra se ponga un sujetador o se lo deje de poner, a mí, me da exactamente igual. Después de haber estudiado en un colegio religioso solo para chicos y de superar la tara que eso me produjo respecto a mi relación con las mujeres, esto me parece cosa de bobos profesionales. Lo que ya me interesa algo más son las reacciones que ha provocado algo que debería pasar desapercibido para una mirada limpia.
Una periodista (bastante gritona, que dice ser femenina en lugar de feminista (ya hay que ser tocina para decir estas cosas sin pasar vergüenza), que presume de haber ostentado cargos de responsabilidad en el PP cuando, en realidad, durante quince minutos estuvo deambulando por Génova sin que nadie le diera responsabilidad alguna o, al menos, una silla, que participando en un reality le hicieron una pregunta que contestaría un chaval de diez años y con la que ella hizo el ridículo) decía, en uno de los programas de televisión en los que opina de todo un poco, que ella no pagaba a Ione Belarra para que contestara tuits ofensivos hablando de sus pezones y de su ropa interior. Ese es el nivel. Claro, es que ella es femenina y no feminista. Y, además, nunca saldría a la calle sin sujetador porque es pecado y eso significa sexo y sexo es peligro. Esa misma periodista es la que suele apuntillar las intervenciones ajenas que hablan de los derechos de las mujeres diciendo ‘y de los hombres’, para dejar claro que ella es femenina y que las mujeres se están pasando con los pobres hombres que se han convertido en víctimas y que han perdido todos sus derechos de la noche a la mañana. Esta periodista es el ejemplo de entregar tu vida a la idiotez y al chismorreo, a eso que llamamos periodismo rosa y que es, en realidad, un estercolero indigno de la profesión.
Por cierto, desde que ha terminado su carrera de derecho intenta dar una lección diaria a los demás sobre leyes, procedimientos judiciales, etc. Debe querer amortizar la inversión.
Por su parte, los hombres que frecuentan las redes sociales están dándolo todo. No dejan de hacer chistes sobre los pezones de Belarra. Están demostrando que, a pesar de que Montero y la misma Belarra ya demuestran que ellas solas pueden destrozar cualquier idea por buena o auténtica que sea, en España nos queda mucho por avanzar en materia de igualdad y que los ataques a la mujer no son invenciones de cuatro locas de atar. Llevo diciendo años que los españoles vamos de modernos sin serlo, que las mujeres siguen teniendo enormes problemas en los puestos de trabajo o en los hogares, que los gais siguen siendo señalados y víctimas de insultos o tratos vejatorios... Las redes sociales son el reflejo de lo que es España.
Los pezones de Belarra se han convertido en un revulsivo para los votantes de Unidas Podemos, los pezones de Belarra se han convertido en un icono moderno del feminismo enfrentado a la caspa masculina más cutre. Y las periodistas que son femeninas y no feministas (ya hay que ser estúpida para decir algo así) se dibujan como el ejemplo más terrible de lo que significa estar sepultado por una ideología de tuit. Eso sí que es de tuit inútil.