Pasa la vida

Los políticos no pactan que la Sanidad sea gestionada por los que saben

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
24 jul 2020 / 07:28 h - Actualizado: 24 jul 2020 / 07:35 h.
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  • Los políticos no pactan que la Sanidad sea gestionada por los que saben

El coronavirus puede hacer su agosto en España si confundimos diversión con insensatez. La ventanilla política elucubró la quimera de decirle a la pandemia 'vuelva usted en septiembre', que ya se habrán reincorporado tras sus vacaciones la plana mayor de los médicos y enfermeros cuya primavera fue una pesadilla de riesgo extenuante. La ensalada de civismo es la mejor receta para ponernos este verano a dieta, adelgazar la curva de contagios y rebajar el sobrepeso de las enormes bolsas de desempleo. Solo es posible minimizar la amenaza a la salud y el desplome económico si convertimos el periodo estival en un campus práctico de buenos propósitos cuyo ejercicio se convierta en tendencia. Porque la industria de las adicciones necesita hacer caja y alienta a la cantera de cachondos a encimarse en bullas donde tomarse a broma que somos únicamente las personas quienes podemos alimentar al virus para propagar la infección.

Nuestros representantes en el Congreso de los Diputados quieren cubrirse las espaldas para solazarse en sus retiros estivales antes de retornar con el semblante de preocupación y disgusto por la fuerza de la segunda ola, presumiendo de que han hecho los deberes por el bien de todos merced al pacto forjado para votar por amplia mayoría el catálogo de mejoras del sistema sanitario que sintetiza lo expuesto en la Comisión para la Recuperación Económica y Social. En diecisiete páginas y media del Boletín Oficial de las Cortes Generales usted puede leer las conclusiones aprobadas sobre Sanidad y Salud Pública. Yo daría por notable el acuerdo si se hubiera conseguido a finales de mayo (¡qué poco teletrabajaron sus señorías durante los primeros 60 días de confinamiento!) y si se consignaran compromisos presupuestarios para remediar ya las crecientes carencias estructurales de la sanidad pública. Ni una cosa ni la otra. Y la confluencia del factor tiempo y del factor dinero son más cruciales que nunca cuando hacer política consiste en afrontar la emergencia más peliaguda de la España contemporánea. Porque ya sufrimos en marzo y abril las consecuencias de llegar tarde.

El binomio pandemia-recesión hace estragos en su relación causa-efecto. Y en cualquier situación que requiere expertos gestores para atajar la cadena de problemas, coordinando con eficiencia los recursos humanos y materiales, que siempre son limitados, la inercia en cualquier colectivo de personas concernidas por una amenaza es darle el mando a los que saben de eso y ponerse a su disposición. Y en España los hay de alto nivel en gestión de los servicios sanitarios. Por ello es más sangrante que en el Congreso de los Diputados no se haya pactado reforzar las diversas áreas del Ministerio de Sanidad incorporando de modo consensuado una lista de profesionales de sobresaliente experiencia organizativa. Por sus méritos. Sin cuotas. Para una encrucijada que no es solo de corto plazo.

Si quiere ilustrar en un rato su conocimiento sobre la descompensación entre quienes mandan y quienes saben, le aconsejo que busque en Youtube los clarividentes 30 minutos de la intervención inicial de Rafael Matesanz ante los diputados en la citada Comisión para la Recuperación Económica y Social. España es desde hace 28 años líder mundial en trasplantes de órganos gracias a la Organización Nacional de Trasplantes que creó el doctor Matesanz en 1989 desde el Ministerio de Sanidad. Tan modélica, con la labor de miles de profesionales de la salud normalizando estándares de alto rendimiento, que en la Unión Europea le encargaron a Matesanz ser el redactor principal de la Directiva Europea de Trasplantes, aprobada en 2010. A sus 71 años, ya jubilado, con su vocación de servidor público y con su independencia de criterio, quien tiene en su haber ser Premio Príncipe de Asturias expuso a las claras el pasado 18 de junio no solo los errores y grietas del desatendido sistema sanitario, también señaló cifras concretas del dinero que presupuestar e invertir en las soluciones. Se mojó. Le puso cascabel al gato. Aquí se lo resumo. En dosis:

Desde 2008, el gasto sanitario se ha reducido en España un 16% y en gasto sanitario per capita estamos en el puesto 25 del mundo. Los programas de salud pública han tenido un recorte presupuestario del 20%. La precariedad laboral afecta al 30% de los sanitarios. Estamos en el puesto 23 de los países de la OCDE en enfermeros por número de habitantes, en Alemania hay el triple de enfermeros por habitante que en España. Con estas y otras cifras, decir que somos la mejor sanidad del mundo solo puede calificarse de ensoñación. Es el momento de darle un giro importante a la sanidad española para que tenga fuerza en el futuro. Y si gastamos con los mismos criterios que antes no estaremos cambiando nada.

La excelente calidad asistencial del sistema español está sostenida por profesionales que tienen nivel de Europa del Oeste y cobran salarios de Europa del Este. La emigración de gran cantidad de jóvenes médicos y enfermeros españoles a otros países donde las condiciones laborales son mucho mejores es la que yo veía hace décadas desde el Norte de África hacia Europa.

La prioridad para levantar el sistema sanitario español es reconquistar la confianza de los profesionales. Hoy está bastante perdida por la falta de protección que han sufrido. Muchos compañeros me han dicho que si tuvieran un plan B laboral. dejarían la Sanidad. La situación es muy grave. Difícilmente explicable, también por quienes no se han contagiado. Cualquier acción tiene que pasar por una política de incrementos retributivos.

Los médicos de urgencias y los médicos de enfermedades infecciosas llevan décadas reivindicando que se reconozcan esas especialidades. Ya es hora de que se haga justicia con ellos. Y en la pandemia están siendo un puntal.

España tiene que marcarse el objetivo de subir su porcentaje de PIB dedicado a salud desde el 6,24% actual al 7,5%. Eso significa incrementar el presupuesto en 15.000 millones de euros. Cualquier acuerdo tiene que involucrar a todo el arco parlamentario. Porque casi todos los partidos tienen presencia en algún gobierno autonómico.

Es fundamental reforzar el papel del Ministerio de Sanidad y dotarlo de una estructura distinta, la que necesita la medicina del siglo XXI. No ha variado en 30 años y ha quedado muy adelgazado tras las transferencias a las autonomías. Más aún tras dividir las áreas entre cuatro ministerios en el Gobierno actual. La división de lo sociosanitario entre dos ministerios ha sido un retroceso y esta crisis lo ha evidenciado. Y reforzar el Ministerio no se trata de recentralizar competencias sino de aportarle valor añadido a la gestión autonómica del día a día. Hay que profesionalizar los cargos directivos y evitar injerencias políticas en la labor diaria.

Hay que desarrollar la Ley General de Salud Pública, aprobada en 2011, y crear la Agencia Nacional de Salud Pública, e impulsar la modernización tecnológica de los sistemas de información, así como tener coordinación para programas como enfermedades raras, oncología, etc.

El pilar fundamental para reforzar el sistema ante un rebrote y también para tener el modelo de sanidad del siglo XXI que necesitamos, es reforzar la atención primaria. Cualquier nuevo brote hay que pararlo antes de que llegue al hospital, y eso solo es posible con un refuerzo importante de la atención primaria. La atención primaria recibe el 13,9% del presupuesto sanitario. Debería tener al menos el 25%. A corto plazo habría que llegar al 20%, eso son 4.500 millones de euros.

La pandemia ha puesto de manifiesto lo absurda que fue la decisión de sacar fuera del Ministerio de Sanidad al Instituto de Salud Carlos III. Fue adscrito a Economía y después a Universidades. Tiene que ser reintegrado en el Ministerio de Sanidad. Otros dos casos igual de absurdos que subsanar: reintegrar al organigrama de dicho ministerio el Centro Nacional de Epidemiología y el Laboratorio de Referencia en Virus, que está en Majadahonda.

La pregunta del millón es por qué en España los ministros de Sanidad no son personas como Rafael Matesanz. Él lo definió en su artículo 'De la imprevisión a la catástrofe', publicado el pasado 6 de mayo, y que así comienza: “Durante los últimos 30 años han pasado un total de 18 ministros de Sanidad. Poco más de año y medio por ministro designado por los sucesivos gobiernos, con un factor común en muchos de ellos (con pocas, pero honrosas excepciones): la ignorancia absoluta de la cartera que le había tocado en suerte, bien como pago de servicios prestados o para que se fogueara en espera de más altas cotas”.