Ayer salieron de la cárcel los políticos que cumplían condena por sedición y malversación de fondos públicos. Montaron su numerito para decir que el objetivo es la república catalana, la amnistía, la autodeterminación... Una forma de entender la concordia, que ha vendido Pedro Sánchez durante estos últimos días, bastante especial. Dicho de otro modo, ya están en la calle y pueden hacer vida normal. Lo único que no pueden hacer es ejercer cargos públicos o repetir el delito que ya cometieron o alguno similar porque quedaría en suspenso el indulto.
Ya están en la calle mientras algunos de los policías que tuvieron que enfrentarse a los manifestantes que protestaban contra la sentencia que el Tribunal Supremo dictaba contra estos sujetos, están inmersos en causas pendientes. Las imágenes han quedado grabadas en las retinas de millones de españoles. Fueron extraordinarias puesto que nunca antes se había visto una violencia semejante en una manifestación. Fueron más de 300 agentes los que quedaron heridos; algunos han sido dados de baja definitiva después de aquello. Y algunos van a tener que rendir cuentas frente a la Justicia por distintas razones.
Todo está en orden para el Gobierno de España. Los indultados en la calle diciendo que lo volverán a hacer si es necesario para conseguir sus objetivos; Cataluña sumida en una enorme crisis económica y social de la que no se repondrá en años; los policías esperando a ser juzgados por intentar mantener intacto el orden público mientras se jugaban la vida... Todo en orden porque Sánchez sigue en su despacho del Palacio de La Moncloa. Pues nada.