El discurso navideño 2022 del Rey Felipe es el de mayor importancia de los que ha emitido en las nochebuenas de su reinado. Este es el párrafo más relevante: “Las democracias en el mundo están expuestas a muchos riesgos que no son nuevos; pero cuando hoy en día los sufren, adquieren una particular intensidad. Y España no es una excepción. Pero hay tres sobre los que quiero detenerme porque me parecen muy importantes: la división es uno de ellos. El deterioro de la convivencia es otro; la erosión de las instituciones es el tercero”. Con el fin de entender todo su significado, en el formato habitual que tiene como Jefe de Estado para dirigirse de modo más directo a la ciudadanía, hay que relacionarlo con las declaraciones que, durante los últimos meses y días, han realizado desde la Comisión Europea el comisario de Justicia, Didier Reynders, y el portavoz de Justicia: Christian Wigand. De modo muy diplomático, y evitando aludir directamente a autoridades, partidos políticos y organismos judiciales, desde Bruselas se afirma con creciente reiteración que están vigilantes ante las maniobras que en España acontecen para bloquear y desnaturalizar el funcionamiento del poder judicial fuera de los estándares de calidad democrática que son consustanciales a la razón de ser de organizaciones como la Comisión Europea y el Consejo de Europa.
Por eso hay que sopesar con mayor abundamiento la amplia alusión que en este discurso ha querido hacer el Rey sobre el papel de España dentro de Europa: “Además de creer en nosotros mismos, en nuestra capacidad, necesitamos —siempre, pero más aún en tiempos difíciles— el mayor compromiso de todos con nuestra democracia y con Europa, con la Unión Europea, que son las dos columnas vertebrales sobre las que se asientan nuestro presente y nuestro futuro. Europa representó y representa para España también la libertad. Contribuyó a consolidar nuestra democracia, a potenciar nuestro crecimiento económico y nuestro desarrollo social. Hoy, compartimos muchos de sus problemas y contribuimos a sus decisiones con nuestra propia personalidad y nuestros intereses. Los desafíos comunes a los que nos enfrentamos, desde los sanitarios a los financieros o los relacionados con nuestro modelo energético o medioambiental reciben soluciones integradas en el marco común de la Unión Europea. Por ello, lo que se decide cada día en la Unión afecta —y mucho— a la vida cotidiana de todos los españoles. Esa es la realidad. Somos Europa, pero también necesitamos a Europa, que es nuestro gran marco de referencia político, económico y social y que, por ello, nos ofrece certeza y seguridad”.
Como Jefe del Estado, y en su función representativa de toda la nación, el Rey no ha utilizado las palabras 'gobiernos', 'parlamentos' o 'partidos políticos', pero se le ha entendido perfectamente a quiénes aludía cuando ha dicho: “Un país o una sociedad dividida o enfrentada no avanza, no progresa ni resuelve bien sus problemas, no genera confianza. La división hace más frágiles a las democracias; la unión, todo lo contrario, las fortalece”. Y cuando ha pedido: “Necesitamos fortalecer nuestras Instituciones. Unas Instituciones sólidas que protejan a los ciudadanos, atiendan a sus preocupaciones, garanticen sus derechos, y apoyen a las familias y a los jóvenes en la superación de muchos de sus problemas cotidianos. Instituciones que respondan al interés general y ejerciten sus funciones con colaboración leal, con respeto a la Constitución y a las leyes, y sean un ejemplo de integridad y rectitud. Y este es un propósito diario con el que las Instituciones debemos estar siempre comprometidas. Creo que, en estos momentos, todos deberíamos realizar un ejercicio de responsabilidad y reflexionar de manera constructiva sobre las consecuencias que ignorar esos riesgos puede tener para nuestra unión, para nuestra convivencia y nuestras instituciones”.
En cambio, mucha ciudadanía se siente reconocida y aludida cuando el Rey dice: “Debemos seguir compartiendo objetivos con un permanente espíritu de renovación y adaptación a los tiempos. Con confianza en nuestro país, en una España que conozco bien, valiente y abierta al mundo: la España que busca la serenidad, la paz, la tranquilidad; la España responsable, creativa, vital y solidaria. Esa España es la que veo, la que escucho, la que siento en muchos de vosotros; y la que, una vez más, saldrá adelante. En manos de todos nosotros está”.
Hemos de vacunarnos ante la posmoderna polarización con la que se quiere acogotar la mentalidad de la sociedad española hacia enconos decimonónicos que reduzcan a la mínima expresión la capacidad de articular consensos. Peligroso apogeo del vetusto y nefasto vicio del 'sostenella y no enmendalla', que se evidencia en asuntos tan palmarios como la negativa a reformar la legislación sobre delitos de abuso sexual cuando se ha constatado que está técnicamente mal configurada y aboca a los tribunales a reducir la duración de las condenas a prisión.
España no se merece tener que hacer tantos sobreesfuerzos para prosperar a pesar del mal funcionamiento de las instituciones. Es una pertinaz costumbre a remediar antes de que colapse el sistema sanitario por falta de médicos y enfermeros, y antes de que colapse el sistema socioeconómico por falta de jóvenes bien formados para trabajar en los cualificados cometidos más demandados hoy por las empresas en su transformación tecnológica con el fin de sobrevivir en la competencia global.