Los tres pies al gato

06 mar 2016 / 09:05 h - Actualizado: 07 mar 2016 / 14:07 h.
"Palabras de honor","Diputación de Sevilla","Fernando Rodríguez Villalobos"
  • Los tres pies al gato

Buscar tres pies al gato significa, según la Real Academia Española, empeñarse temerariamente en cosas que pueden acarrearle daño y, de manera coloquial, se utiliza también para censurar la actitud de quienes buscan problemas o inconvenientes donde no los hay.

Y en esto que algunos, en la política española, se empeñan en hacer valer ese refrán desde una fijación absurda y sin sentido respecto a las diputaciones.

Porque, ¿cómo si no se explica una propuesta que vendría a empeorar considerablemente los servicios públicos que los Ayuntamientos prestan a sus vecinos y vecinas? ¿Desde dónde, si no desde la ignorancia de un partido nacido de un desnudo con cartel, puede provenir la idea de suprimir unas instituciones que son clave para 7.700 municipios menores de veinte mil habitantes?

Suprimir las diputaciones es decirle a esos casi ocho mil alcaldes y alcaldesas apáñensela ustedes como puedan a la hora de recoger y tratar sus basuras, a la hora de suministrarle agua de calidad a sus vecinos y vecinas, a la hora de depurar sus aguas o, por ejemplo, cuando tengan que llamar a la puerta de una entidad financiera para reclamar fondos que garanticen el funcionamiento de sus servicios públicos básicos.

Suprimir las diputaciones es, sin duda, el chivo expiatorio que pretende poner en el altar del Estado una forma de política que no se ha sentado nunca delante de un vecino ni de una vecina en un despacho de alcaldía.

Porque, y siempre lo he dicho, no es que los municipalistas nos neguemos al debate en este apartado. Simplemente, nunca hemos tenido la oportunidad de debatir. Por eso la peregrina idea de Ciudadanos en torno a las diputaciones es una oportunidad para abrir en canal ese debate.

Una cuestión en la que, por citar un ejemplo y cuando de verdad se mira el fondo del asunto, el sentido común lleva a todos los grupos políticos de la Diputación de Sevilla a coincidir en que, quizá la forma sea mejorable, pero siempre debe prevalecer el fondo, que no es otro que el de dar servicio a los ayuntamientos menores de 20 mil habitantes.

Por tanto, debatamos. Abramos un turno para que todos podamos tomar la palabra. Y desde la valentía política, abramos ese debate a otros asuntos como puedan ser la reforma o supresión del Senado, el modelo territorial del Estado, la revisión de la Ley Electoral y, por supuesto, la correcta financiación y asignación de competencias a cada una de las escalas de gobierno.

Todo lo que no sea profundizar en un debate franco, sin tapujos y donde llamemos a las cosas por su nombre solo será buscarle tres pies al gato para enervar a un colectivo del sector público que solo representa el 2,44% del empleo público total en España. Unos trabajadores que, además, son los que conocen, mejor que nadie, la fisonomía de cada territorio, la problemática y las necesidades de cualquier pueblo de España, por muy alejado y recóndito que esté.

Y una vez que de verdad hayamos abierto a papá Estado con el bisturí de la sinceridad y la lealtad entre instituciones, momento será de mirar también con lupa las diputaciones y su actual forma de gestionarse como entidades públicas.

Valdrá ahí revisar su sistema de elección, sus competencias y su representatividad, donde por ejemplo a día de hoy anida la enorme contradicción de la sobrerrepresentación de las capitales en unos órganos que están, fundamentalmente, para los municipios de menos de 20 mil habitantes. Será el momento de decidir cómo queremos, en definitiva, prestar los servicios públicos que más cercanos están al ciudadano y que, por ello, son los más imprescindibles e inmediatos.

Y después de hacer todo ese ejercicio de honestidad institucional, por parte de todos, probablemente llegaremos a la sencilla conclusión de que habremos desvestido un santo para vestir otro. Habremos rebautizado a la institución que está para servir a los Ayuntamientos. Tendremos entidades con otros nombres, pero con las mismas funciones de servicio directo e inmediato a lo local.

Y nos daremos cuenta entonces de que todo empezó en una ocurrencia que, lo único que pretendía, era buscarle los tres pies al gato. Porque lo que nadie puede negar es que las diputaciones son, hoy por hoy, el corazón que bombea recursos y servicios a los Ayuntamientos en el medio rural. Pero eso, a un partido construido en torno a una persona y fraguado desde una gran capital, le importa un bledo.