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Angostillo

Luz de abril, luz de Cristo

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Isidro González IsidroGonzez
11 abr 2023 / 04:00 h - Actualizado: 11 abr 2023 / 04:00 h.
"Angostillo","Semana Santa 2023"
  • El Cachorro en el Santo Entierro Grande. / I. G.
    El Cachorro en el Santo Entierro Grande. / I. G.

La luz de abril ha bañado la ciudad durante toda la Semana Santa. Y le ha sacado colores, brillos y contrastes que la hacen única, aunque se repita cada año. Quedan en nuestras retinas y en nuestros corazones innumerables momentos y visiones que nos han religado fuertemente, una vez más, a Dios y a Sevilla. Esta ha sido la semana de la luz de Cristo por las calles, dejémonos iluminar por su resplandor en la memoria de lo vivido.

Luz que se abrió el Domingo de Ramos con el paso ̶ admirable en todos los aspectos: imágenes, exorno, andar costalero, música... ̶ de la Sagrada Entrada en Jerusalén, ejemplar introito para una semana inolvidable, y se expandió en mil y un instantes luminosos vividos por toda la ciudad, como los regresos de los misterios de la Sagrada Cena o de Jesús ante Anás, a los que las cornetas y tambores hacen crecerse en la noche; el espectáculo religioso de la recogida, bien entrada la madrugada, de la hermandad de los Javieres por el viejo barrio de San Martín y la Feria; el regreso de la hermandad del Buen Fin por Gravina y la plaza del Museo, donde la naturalidad cofrade y la belleza iban de la mano; el solemne transcurrir de la Sagrada Lanzada por San Andrés; o la antológica vuelta de la Macarena de calle Feria a Correduría a los sones de “Rocío”, un anticipo de la Pascua en la noche misma del Viernes Santo.

Luz de Cristo reflejada en cofradías admirables de ver y acompañar en la calle, de la Cruz de Guía al último músico, como la Amargura, Penas de San Vicente, Estudiantes, Cristo de Burgos, Quinta Angustia, Carretería, San Isidoro o Soledad de San Lorenzo, magisterios a los que recurrir continuamente para continuar aprendiendo de cofradías. No se trata de una perfección estética o de una riqueza artística que se acumula sin más, sino de una devoción acrisolada en el tiempo y expresada con la elegancia y buen gusto que esta ciudad ha creado por los siglos para su Semana Santa. Luz que destilaban pasos hermosos, todo armonía y devoción a la intemperie bien del día o de la noche, como los del Señor del Silencio ante Herodes, del Cristo del Amor, del Señor del Gran Poder ̶ catarata de oro absoluta que ascendía de su canasto prodigioso por la túnica bordada hasta su divina cabeza ̶ , del Cristo de la Conversión del Buen Ladrón ̶ llevado con maestría absoluta por los Villanueva ̶ , o de la Sagrada Mortaja. O Dolorosas excelentemente vestidas y dispuestas en sus andas, cascadas de belleza quieta donde reposaba su dolor, como las de la Hiniesta, Subterráneo, Amargura, Socorro, Salud, Angustia, Loreto, Esperanza de la Trinidad o Villaviciosa.

Luz que ha destilado la música excelsa ̶ “son sagrado con que este eterno templo es sustentado” en palabras de Fray Luis de León ̶ de bandas como la del Maestro Tejera, excelentes sus repertorios y sus interpretaciones en San Vicente, Santa Cruz, Cristo de Burgos o el Valle; las del Carmen ̶ Amargura, Domingo y Sábado, y Macarena ̶ y la Oliva de Salteras ̶ Museo, Dulce Nombre, Pasión ̶ ; y las de cornetas y tambores Esencia y Centuria macarena, hiriendo el aire tras las escenas del Señor en su Pasión a las que acompañaban.

Pero sobre todo lo anterior, y como cimiento y asiento espiritual y humano, hemos contemplado la luz de Cristo multicolor en las manos de miles de nazarenos, con sus cirios blancos, rojos, tinieblas, verdes, azules, morados y negros, que han formado el batallón noble y callado que sustenta y alumbra las devociones, en muchos casos centenarias, a las imágenes que han procesionado. Luz de Cristo que han seguido con mansedumbre los cientos de penitentes con sus cruces de madera al hombro, en ocasiones demasiado distantes de las imágenes tras las que caminan siguiendo las palabras del Maestro, haciendo visible, desaparecidos ya los flagelantes y las cadenas, la penitencia personal, honda y escondida que está en el origen de nuestras cofradías y de las estaciones de penitencia.

Luz que brilló de una manera especial con la procesión del Santo Entierro Grande, colofón grandioso para una Semana Santa plena y brillante, representación de la Pasión mediante escenas que no por conocidas y admiradas dejaron de sobrecogernos de nuevo. Para el recuerdo, la impronta que dejaron pasos bien dispuestos, compendio de la mejor imaginería y del arte excepcional de nuestra Semana Santa, como los de la Sentencia, Pasión, Amargura, Tres Caídas de Triana, Exaltación, Montserrat, Calvario o Quinta Angustia, como trasuntos callejeros de las lecturas del viejo y del nuevo testamento que esa misma noche se proclamaban en los templos.

Y como cenit de todo lo vivido y sentido, el Santísimo Cristo de la Expiración, magistralmente acompañado por la banda de música de La Puebla del Río, cuyas marchas exquisitas ̶ memoria pura e intemporal de nuestra gran fiesta sagrada ̶ resonaron como una Letanía de los Santos sevillana al mismo tiempo que se cantaba en las iglesias. Este Dios expirante, más que cordero inmolado, caminaba en la noche santa como una columna de fuego nuevo, teniendo grabadas las letras alfa y omega y el año 2023 en sus pies y manos con las mismas palabras del sacerdote: «Cristo ayer y hoy, / principio y fin / alfa / y omega. / Suyo es el tiempo / y la eternidad. / A él la gloria y el poder, / por los siglos de los siglos». Parecía como el cirio pascual que por tres veces se sumerge y brota de las aguas del Guadalquivir, llevado entre cánticos y salmodias pascuales de Font, Farfán o Gámez Laserna y sustentado por los cuatro Padres de la Iglesia que revolotean a sus pies. Luz gloriosa que ascendía de Sevilla a Triana en la noche de la Vigilia que es madre de todas las vigilias, desde los cuatro candelabros de oro de su paso hasta los tres haces de las potencias sobre su cabeza sagrada, como llamaradas que marcaban a fuego ̶ queriendo resumir en un mismo instante los cincuenta días que dura la Pascua ̶ la Resurrección, la Ascensión y Pentecostés, todo junto y a la vez en la divina imagen del Cachorro. En verdad, esta luz dorada de abril ha sido la luz gloriosa de Cristo.


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