Uno acaba entendiendo que las civilizaciones no desaparecen, sino que se suicidan. Y con este viento de Levante, tal vez la explicación al hundimiento de la Atlántida, -que todos sitúan en Chipiona- no fuera otra que su propia decisión de sumergirse antes de ser asolada por esta calentura que no cesa.
La relación entre los vendavales y la historia, nos conduce a momentos inolvidables. Evoca la Virgen del Cobre, salvada entre gigantescas olas en Acre; a Lawrence de Arabia y el desierto del Wadi Rum; o a Mallory en su última ascensión al Everest.
Aquí, lo primero que aprendes es que el Levante siempre es impar y que más te vale no casarte mientras sopla. Mejor camas vacías y almohadas húmedas.
Este Verano que atisba la fiebre incurable de la tierra, nos trae rupturas, como las de Shakira, que ha pasado del waka waka al “te felicito”, que no hay mejor manera de definir el itinerario desde el deseo al desamor; o la de Malú, con la que un buen amigo me dice que se cruzó, entre una espesa arena, por Zahara de los Atunes. Le pedí alguna prueba, pero no era momento para autógrafos.
Las ciudades y la lluvia son mala combinación, pero del Levante nunca se sabe que, hasta a Paz Padilla, parece haberle dado una buena ventolera. O tal vez sea el salitre, que donde se pone la sal marina, nada igual, ni siquiera la rosa del Himalaya.
Hemos redescubierto el ventilador, que a ver quién tiene redaños de encender el aire acondicionado a tropecientos Euros el kilowatio; y retornamos a las sillas en las puertas que salvan los patios, persignados al baldeo con la fregona nuestra de cada día.
El viento causa víctimas, como el carrito de los dulces de Pampin, que a ver quién es capaz de comerse una cuña o una carmela, entre tanta polvareda, aunque les aseguro que intento perseverar en ello y que voy prosperando.
Pero el gran descubrimiento de este Verano ha sido Macarena Olona, a la que el Sur sienta tan bien, como unas cigalas a la plancha frente a las Tres Piedras o el faro de El Puerto.
Quien pensó en ella como candidata se lució y solo erró al empadronarla en Salobreña, qué dolor.
Con todo respeto a la mínima costa granadina, a Macarena había que haberla censado, con permiso de Juan Marín, en Sanlúcar de Barrameda.
Así que, querido Juanma, ya que no cabe Vox en tu gobierno; qué tal un consulado para Olona en la bahía gaditana.
Perder esa oportunidad, es lo que aquellas viejas andaluzas que no usaban medias, llamaban un puchero “maricón”. No se asusten, el nombre que hemos dado toda la vida al puchero sin pringá...
En fin, pues eso, Macarena sanluqueña....