Me he indignado no porque el Nóbel de química se lo hayan llevado dos mujeres, Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna, sino porque no se lo han concedido también a dos hombres que sin duda lo merecían, el español Francis Mojica y el chino Feng Zhang. Esta absurda dinámica en la que nos han metido de hombres contra mujeres y viceversa, que procede de un país ignorante en interpretación y filosofía histórica como es Estados Unidos, nos ha llevado a una situación en la que si yo celebro la concesión de un Nóbel a dos mujeres, sin más, soy un progresista indudable pero si puntualizo que se han dejado atrás a dos prestigiosos varones que tienen tanto o más méritos que las galardonadas, entonces soy un machista.
La verdad es que me importa un pimiento lo que puedan decir de mí porque no ofende quien quiere sino quien puede. Como desde hace años trabajo en mis labores académicas en la investigación desde la metodología estructural compleja -algo que no viene a cuento explicar aquí- mantengo cierta familiaridad con el objeto del premio -lo que llaman la tijera capaz de hacer corta-pega con el ADN- y por tanto comprendo el malestar de algunas personas por la marginación de Mojica y de Zhang. ¿Por qué? Porque el tema saltó a la “fama” científica sobre todo por Mojica y Zhang, este último posee en su laboratorio desde hace al menos ocho años docenas de patentes para usar la tecnología en células humanas y animales. Por su parte, Mojica lanzó en 1993 los primeros indicios del descubrimiento que ahora se ha llevado el Nóbel, algo que hace años que reconoció la comunidad científica y que en 2017 premió la Fundación BBVA que, con mejor criterio que la academia sueca, galardonó tanto a Mojica como a las dos investigadoras distinguidas ahora por haber editado un artículo donde exponían la novedad del invento mientras que fue Zhang quien un poco después pasó de la teoría a la práctica y demostró que podía adaptar la herramienta para usarla en células de origen vegetal, animal y humano.
Dicen los entendidos en asuntos de premios que las normas de la academia sueca no permiten conceder el premio a más de tres personas, pero si es así -no me he tomado la molestia de consultarlas, eso es lo de menos ahora- se ha colocado, no a las normas al servicio del ser humano sino al revés, y se ha procedido a un acto machista concediendo la distinción a dos mujeres de cuyos méritos no se duda pero que tal vez representen la famosa cubrición de cuotas. Se trata de una concesión machista paternalista que deja en la cuneta a dos grandes investigadores para premiar a dos mujeres, es decir, que nos regimos no sólo por los méritos sino por los méritos y las entrepiernas con lo cual la injusticia y la marginación de la mujer sufre un pendulazo y la cuestión sigue intacta en su esencia pero cambia de acera: la tradicional e innegable marginación de la mujer se arregla marginando a los hombres, un descubrimiento canalla que merece el Nóbel del Anti-Nóbel.
El asunto trasciende por tanto el tema de los sexos para entrar en el de la justicia y el respeto que se le debe al mérito. Y eso sin contar que en estos descubrimientos suelen existir más expertos tras ellos que quedan para que los premiados los recuerden en la comida posterior a la entrega de las medallas, si es que los recuerdan.
He oído en algunos medios que ha sido una lástima el “olvido” de Mojica porque hubiera permitido enlazarlo con Severo Ochoa. No, la putada es más grave aún porque Ochoa logró el premio sobre todo gracias a los medios que le aportó Estados Unidos y Mojica es profesor en la Universidad de Alicante y un Nóbel hubiera significado un subidón de esa universidad y de España en los rankings internacionales y una dosis de optimismo para un país que está muy necesitado de autoestima.
En fin, así es esto, quién sabe lo que se mueve entre bastidores en la academia sueca, cuando en 1977 le concedieron el Nóbel a Vicente Aleixandre hay quien afirmó que no era exactamente para él sino para el proceso de democratización por el que entonces atravesaba España. Lo dije no hace mucho en esta misma sección: para lograr un premio -y más si es elevado- no sólo hay que tener méritos sino padrinos y circunstancias favorables. Por eso, en cierta medida, he perdido el tiempo escribiendo sobre este asunto.