Me estoy dando un auténtico atracón de programas en las televisiones de derechas: Paramount y 13 TV, son más tranquilas que las progres y las modernas. Me trago los oficios religiosos y las películas de Semana Santa. Los primeros me inspiran sosiego, aunque digan las mismas cosas que escuchaba desde pequeño, hace más de medio siglo, porque los mayores nos podemos marcar la chulada de hablar por decenios y hasta por medio siglo o medios siglos, los centenarios. Pero ya se sabe que ese tono y esos cánticos litúrgicos es lo que nos vale a quienes estamos hartos de ruidos y de ecos, que no de todas las voces inteligentes y sabias que en el mundo han sido. Los intermedios de Paramount son criminales y me sacan del sopor, pero los de 13 TV son más llevaderos hasta que capten más publicidad y entonces ya no tengan piedad de nosotros. En cuanto a las películas, me gustan, por lo general, las puestas en escena hasta cuando son malas -que ya está uno harto de efectos superespeciales- y las frases y las variaciones sobre un mismo tema.
En los intermedios publicitarios de ambas cadenas -sobre todo en 13 TV- son habituales los anuncios para personas mayores y ancianas, cuando usted quiera comprobar qué público ve una televisión, analice los anuncios y las pelis, es muy simple. En 13 TV no son raros los anuncios de aparatos de todo tipo para no dar el huevo y hacerlo todo con la máxima comodidad. El mercado se adapta a lo que sea, no veas cuando empiece a desarrollarse la industria de los robots: unos te rascarán la espalda, otros te darán masajes, otros irán al supermercado y otros te leerán una novela mientras otro hace la comida, pone la mesa y luego el lavaplatos.
Lo de ¡Maestro, Maestro!” me ha venido a la mente por lo que le dicen a Jesucristo a todas horas. Suena bonito pero es una palabra en crisis, un concepto demodé. El maestro es alguien que enseña algo para que otros sigan su estela e incluso lo superen, como dice Nietzsche, aunque eso al maestro no suela gustarle en el fondo de su corazón. ¿Cuánta gente sigue de verdad al Maestro Jesús? Dice el Evangelio que cuando Jesús les estaba contando a sus discípulos lo que le iba a ocurrir en su Pasión, algunos se negaban a aceptarlo o decían que no lo iban a permitir y el Maestro exclamó: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará”. Menudas exigencias, a ver quién va a dejar sus pequeños o grandes placeres e incluso sus desgracias para seguir al Maestro al matadero. Las órdenes mendicantes y los religiosos de clausura de todo tipo lo hicieron, pero unas mujeres en la Edad Media y Moderna lo hacían a la fuerza y quienes lo llevaron a cabo por vocación, poco a poco han ido desapareciendo y ahora los conventos se vienen abajo porque nadie los cuida como no sea con el apoyo del dinero público puesto que también escasean los mecenas como los de antes que con tal de que se salvaran sus almas le bailaban una polka al mismo Dios. Las misiones están en crisis también, ¿se puede entender que alguien se vaya por ahí y abandone sus buenas horas de chateo con amigos y ligues?
Los maestros de escuela también se han venido abajo, les han robado la autoridad, están deseando jubilarse con tal de no aguantar a niños consentidos y a padres prepotentes. De aquellos maestros cultos y vocacionales de la República e incluso del franquismo hemos pasado a una situación en la que casi todo maestro competente, si de verdad quiere hacer gala de su nombre, a lo peor le cuesta caro porque el niño se nos frustra, los padres se cabrean y la Junta le tira de la oreja, sobre todo si el gobierno de la nación o de una autonomía es de esos que llaman de progreso. Sí, de progreso de la badulaquería.
A Julio Anguita le llamaban Maestro también y él decía que menos quererlo y más votarlo. Al periodista José María García lo entrevistaron en TV3 y cuando le dijeron que era un Maestro contestó que menos tonterías, que su estilo no sólo no lo sigue nadie sino que ahora se hace un periodismo deportivo totalmente distinto al que él ejercía. Por otra parte, no estoy muy al tanto, pero maestros toreros no creo que abunden y maestros albañiles o fontaneros parece como si fuera todo quisque que va a una tienda de esas enormes de cacharros para hacerse uno mismo los desavíos del hogar.
A mí, modestamente, me llaman Maestro cada vez más veces. Supongo que será por los años, porque sé algo de lo mío y además me defiendo transmitiéndolo, pero ahora que no me oye nadie les diré que he dirigido casi treinta tesis doctorales y, contando con una mano los discípulos que de verdad me siguen, me sobrarían dedos. Me quieren, pero no me votan, más bien me botan tras lograr sus fines.