El feminismo necesita aliados comprometidos, permanentes, serios, que manifiesten a diario su complicidad con esa perogrullada -a estas alturas- de que hombres y mujeres -o al revés, da igual el orden- son iguales en derechos y oportunidades y hay que trabajar entre todos, con hechos palpables, para que esto se convierta en una realidad. Manifestar todo esto, de palabra y de obra -incluso de puertas para adentro y no solo de boca para afuera-, no implica hacer ninguna manifestación multitudinaria cuando no toca, cuando no puede ser, cuando hacerla es un disparate que disparará más aún las muertes de mujeres y hombres por igual. De modo que, como ya tenemos bastantes enemigos deseosos de motivos para cargar contra el feminismo, lo último que necesitaban las mujeres es un Ministerio empeñado en no sé qué lucimiento para defender a no sé qué mujeres exactamente. A la inmensa mayoría de hombres y mujeres de este país nos interesan, por igual, las mujeres y los hombres reales, de verdad, y sobre todo vivos. Y es penoso que haya que manifestarlo.
El verbo manifestar tiene varias acepciones. De ahí la epifanía que también necesita el feminismo. Pero no necesariamente con alharacas en la calle, que quedan muy bien cuando se puede, sino con medidas laborales desde la cúspide de esas mujeres que pueden permitirse el lujo de filosofar gracias a las carambolas democráticas que le han venido de cara, es decir, con leyes realistas que les hagan la vida más llevadera, más fácil, más justa a esas otras mujeres, millones, que no van a permitirse el lujo de filosofar sobre su situación porque, sencillamente, su tiempo tienen que dedicarlo a trabajar en injustas condiciones de desigualdad. O a no trabajar siquiera porque esas injustas condiciones las colocarían en una situación más desigual aún. Y son esas mujeres, es decir, las de carne y hueso, todas las de este país donde sigue vigente ese heteropatriarcado que algunas se creen que es un tema de máster universitario, las que merecen que la lucha continúe con pragmatismo, no como otra oportunidad de división en un país tan sobrado de ella.