Supongo que la división de la vida en Bien y Mal al modo zoroastrismo o de otras religiones no hay quien lo evite, por ahora y en mucho tiempo. Pero yo no voy a caer en ese maniqueísmo que equivale a simplicidad. Los periodistas que además de periodistas somos miembros de la comunidad universitaria en nuestra calidad de científicos sociales no podemos someternos ni aceptar esta guerra mediática Buenos-Malos que mata todo atisbo de rigor con tal de satisfacer a sus públicos. La ciencia es una cosa y el negocio otra, lo que hace la SER es más negocio y política que periodismo y lo que hace la COPE también, se reparten el mercado de “progresistas” y “conservadores”. Pero si con eso obtienen dividendos por mí que sigan adelante, yo persistiré como oyente de ambas y receptor de muchos otros medios porque la única forma de aproximarse bastante a “lo que pasa” es escuchando y leyendo medios de todas las tendencias que no buscan la verdad –como es el fin del periodismo- sino que ofrecen aquella verdad que más les va a sus intereses, es decir, a los intereses de sus clientes.
Se venden zapatos o abrigos o coches al gusto de los consumidores. El periodismo vende noticias e informaciones convenientemente tratadas para consolidar los gustos de quienes las reciben y no complicarles la vida con enfoques complementarios o adicionales a los que les proyectan, no sea que la clientela cambie de empresa. En no pocas ocasiones lo que se emite no son ni siquiera noticias sino lo que en ciencias de la comunicación llamamos “no acontecimientos”, es decir, una simple especulación empleando expresiones como “al parecer”, “todo parece indicar”, o la utilización de verbos en potencial, “podría”, “explicaría”, a sabiendas de que la mente humana, por su especificidad, tiende a simplificar una idea y una posibilidad la convierte en un hecho.
Me llegan además las protestas de los sindicatos UGT y CCOO en relación con las manipulaciones de Canal Sur TV a favor del gobierno actual de la Junta con el fin de que lo denuncie. El descaro es tremendo, el desequilibrio en relación con las protestas por el mismo motivo en la amplia fase manipuladora de Canal Sur TV y Radio en la prolongada etapa del PSOE es escandalosa. Por otra parte, cuando unos sindicatos o unos grupos de periodistas protestan porque se están manipulando los hechos de actualidad no hay que limitarse a los medios públicos sino a los privados también porque la Constitución habla del derecho a una información veraz que posee el ciudadano.
Que se hayan constituido plataformas de periodistas de derechas o de izquierdas para informar sobre la pandemia es sencillamente lamentable, en España nunca vamos a dejar de ser cainitas ni bipolares. El grupo de derechas se monta su web o su canal para informar bien porque se supone que el otro no lo hace y viceversa, es decir, la profesión politizada y dividida.
No hay nada más triste ni falto de rigor en el periodismo que unos periodistas, analistas y comentaristas en distintos medios de distintas tendencias, dirigiendo sus pensamientos siempre en la misma dirección. Debe ser muy deprimente levantarse cada mañana durante años sabiendo lo que vas a decir o escribir porque es que ya estás preso de una línea editorial y tu comida y tus lujos dependen de ello, de tal manera que para poder sobrevivir intelectualmente los profesionales más conscientes de esto tendrán que llevar a cabo una maniobra de autosugestión porque –como dijo Ortega y Gasset- quien se expresa en términos de blanco y negro no es un pensador ni un analista. Es tremendo que en España haya que estar arrimado a una tribu pro PSOE o pro PP –más los nuevos- para rascar bola y que el periodista independiente o el ciudadano librepensador quede marginado.
Es verdad que el periodismo está haciendo un buen servicio en esta etapa de pandemia, pero no abandona la politización y la “propaganda” ni en estos casos especiales y además los medios se declaran a sí mismos bienes públicos para sacarle dinero al Estado y con ese dinero –que es de todos- seguir llevando a cabo un trabajo claramente sectario. Eso parece que es lo que quieren sus clientes y el cliente siempre lleva la razón pero es cómplice del mal periodismo que sufrimos.