Mansplaining, o el arte de explicar lo que ya sabemos

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Pepa Violeta Pepavioleta
10 feb 2019 / 13:19 h - Actualizado: 10 feb 2019 / 13:24 h.
  • Mansplaining, o el arte de explicar lo que ya sabemos

Si eres mujer, este micromachismo del que hoy hablaremos te va a sonar muy mucho. Pero en este ejercicio generoso de bondad y compartir sabiduría que tanto les gusta a ellos para con nosotras, se hace imprescindible invitar a los hombres y que sean ellos los que nos escuchen ahora. Para quien no conozca el término mansplaining, es un neologismo que supone la suma de dos vocablos anglosajones: “hombre” y “explicar” y sí ¡¡bingo!! vamos a hablar de esta manía irritante que nuestros varones tienen de explicarnos a las mujeres cosas que no sabemos. O eso creen, porque son tan osados que se atreven con todos los temas, incluido el feminismo.

Este concepto empieza a popularizarse a raíz de la publicación de un artículo de la ensayista, activista e historiadora Rebecca Solnit “Los hombres me enseñan cosas”, publicado hace unos años y que ahora ha visto la luz de nuevo en formato libro-ensayo, con el mismo título. Lectura que os recomiendo encarecidamente.

Crear un concepto que englobe una realidad con tanto trasfondo machista, se hace indispensable para dar nombre a situaciones que perpetúan la desigualdad. Todas las mujeres sufrimos de forma cotidiana este tipo de violencias que nos invisibilizan y aíslan. Se dan de forma sutil y es tal el grado de cooperación patriarcal en el que anidan, que rara vez nos atrevemos a denunciar este tipo de actuaciones. El miedo a que nos tachen de feminazis, extremistas o puntillosas y el peso de la mirada complice de los guardianes del patriarcado, nos invita a retroceder, callar y sonreír de forma complaciente, para que cuando el feminismo sea el tema de conversación, no se convierta el espacio en una batalla campal. Pero el 8 de marzo está a la vuelta de la esquina, nuestros compañeros de trabajo, amigos y familiares volverán a sacar la artillería pesada y el mansplaining se convertirá en el deporte nacional. Tenemos que estar preparada para saber detectar todos los posibles perfiles y poner en valor nuestra voz, nuestras ideas y pensamientos, sin titubeos.

Hablar de mansplaining supone conceder a esta situación aparentemente inofensiva de explicar cosas, connotaciones propias asociadas a los micromachismo. No es que las mujeres en un ejercicio de empoderamiento brutal no aceptemos abrirnos al conocimiento y aprender de la sabiduría y los conocimiento de otros hombres y mujeres. Lo que no podemos consentir es que cada vez que abramos la boca para explicar algo en un grupo de hombres, ellos en un tono asquerosamente paternalista y condescendiente, nos quieran explicar lo que nosotras mismas acabamos de reproducir. Gracias, pero no necesitamos subtítulos, sabemos muy bien lo que queremos decir y como expresar nuestras ideas. Ese exceso de confianza en el que han sido educados y socializados los hombres, tiene un efecto perverso e impide las relaciones igualitarias y saludables. En el momento en el que como mujer eres interrumpida, silenciada o desplazada para que el machichulo de turno tome las riendas del debate y empiece su palabrería didáctica, explicando lo que has querido decir o lo que supuestamente no sabes, alerta, estás siendo víctima de mansplaining. Y es ahí donde nosotras, la otra mitad de la población debemos visibilizar y argumentar el micromachismo con la intención de darle nombre y apellido y desaprender de forma inmediata. En el ámbito laboral, estudiantil, académico y personal proliferan los señoros que nos explican cosas, además con un descaro absoluto. Lo mismo te hablan de feminismo, que de copas menstruales, que de conciliación. Tienen respuestas y explicaciones para cualquier tema y sobre todo son inmensamente generoso. Nunca será suficiente el tiempo que te dediquen a ti mujer, a enseñarte, como tienes que vivir por ejemplo tu feminidad, la maternidad o reconducir tu carrera profesional después de ser madre, entre otras cosas. Y aquí es cuando ya la mitad de las que están leyendo esto, se acaban de subir a la lámpara, porque sinceramente chicos estamos hasta el gorro.

El día de la mujer y la huelga feminista se va acercando, así que id sacando ya papel y lápiz para tomar notas que nos sirvan para detectar a todos estos hombres sabios que van a ir apareciendo por nuestra vidas, en los medios de comunicación, en el trabajo... pueden ir disfrazados de biólogos y cada aseveración feminista que hagas, la rebatirán con argumentos sacados de principios médicos y biologicistas, que ya sabemos nosotras lo consideradas que hemos estado por la ciencia ¿verdad? Os podéis hacer una idea del tipo de explicaciones que pueden salir de ahí. En un estadio superior, porque son los más habituales, nos encontramos a los que querrán explicarnos cosas tales como: que la desigualdad de género no existe, el machismo tampoco y ellos en realidad también son víctimas del sistema y especialmente del feminismo que no tiene en cuenta las denuncias falsas y el maltrato de los hombres a manos de sus mujeres. De debajo de las piedras nos van a salir la víspera del 8 de marzo, los que nos explicarán el origen de la conmemoración de esta fecha. Los que hablen de que ellos también quieren un día para celebrar que son hombres; y así una ristra infinita de argumentos victimarios, que harás que tengas que medir tus palabras y esperar pacientemente a que ellos desempolven los libros de historia y nos cuenten a nosotras, el origen de la lucha feminista y cómo debemos entenderla y practicarla. Hay una frase muy buena que podemos regalarles a los aficionados al mansplaining de Alexander Ceciliasson, sobre todo para que piensen antes de hablar en que charcos se meten “ Los hombres (blancos) no tenemos ningún conocimiento o experiencia ni empírica ni emocional de ser discriminados. Por eso, en los debates sobre discriminación, deberíamos retroceder y callarnos”.

Pero eso de callarse no es propio de hombres criados y amamantados por un androcentrismo, que los posiciona en el centro del universo y la creación. Ese nivel de arrogancia es caldo de cultivo de las luchas de poder y se hace muy difícil para las mujeres hacerse escuchar y que respeten su argumentario. Esta guerra de sexos absurda y aburrida nos impide disfrutar del placer de compartir la sabiduría propia y ajena desde un plano de igualdad, respeto y equidad. Estos micromachismos invisibilizan a las mujeres, cuestionan su sabiduría y las expulsa de los espacios de decisión y poder. Por eso, debemos estar atentas y tener clara tres reflexiones fundamentales: nosotras tenemos nuestras propias ideas y sabemos explicarlas. La sobrexposición del discurso masculino es una realidad y por ello debemos defender nuestras ideas en todos los foros posibles con convicción y seguridad. Por último, debemos interiorizar que por mucho que haya leído nuestro contrincante intelectual, la opresión y la discriminación lleva nuestro nombre, por lo que no podemos permitir que se adueñen de un discurso y un mapa vivencial que no les pertenece. Y con esta idea debemos quedarnos cuando nuestra paciencia esté a punto de desbordarse. Cuando en una magistral jugada de psicología inversa nos pidan que le expliquemos que es eso del feminismo, no gastemos la energía que nos hará falta el 8 de marzo para salir de nuevo a la calle, con personas que no practican la escucha activa y no están dispuestas a ceder privilegios. Esta frase de A. Lorde (1984) Sister Outsider, que mi compañera de batalla recuperaba hace unos días en su perfil social, Bianca SG, nos ahorrarán muchos berrinches: “A las mujeres de hoy día todavía se nos pide que nos esforcemos en salvar el abismo de la ignorancia masculina y eduquemos a los hombres para que aprendan a reconocer nuestra existencia y nuestras necesidades. Todos los opresores se han validado siempre de esta arma básica: mantener ocupados a los oprimidos con las preocupaciones del amo”

@Pepavioleta