María Helena Manzán en La Revuelta

Image
20 sep 2019 / 14:03 h - Actualizado: 22 sep 2019 / 14:46 h.
"Libros","Música","Arte","Pintura","Historia","Espacio","Medio ambiente","El tiempo","Historia","Animales","Exposiciones","Magia","Poesía"
  • María Helena Manzán en La Revuelta

Una persona no puede elegir el lugar donde quiere nacer, pero algunos privilegiados que tienen el coraje de decidirse o las circunstancias se lo permiten, sí tienen ese don que les hace cambiar de sitio, vivir en el que han elegido, en cierta manera duplicar, multiplicar, enriquecer su biografía con lo de allí y lo de ahí, lo de acá y acullá. En cierta manera también, intervenir en su destino. Difícil lo tenía MARIA HELENA MANZAN cuando decidió no irse del todo, pero sí compartir el tiempo y el espacio de este planeta bellísimo, en los dos lugares que se encuentran entre los más amados del mundo, del suyo propio, tan riquísimo en todos los sentidos. Lo tenía difícil porque su región de origen, Minas Gerais es bellísima, con unos paisajes abrumadores y unas ciudades maravillosas. Pero los alrededores de Siena, en la Toscana, donde pasa muchas temporadas; en Castel baronal de San Vicenzo al Volturno, in Molise, propiedad del barón di Macchia d´Isernia, GIULIO DE JORIO FRISARI; y en Térmoli, en la costa también de la región de Molise, donde acude de vez en cuando, son lugares y situaciones que le conectan con esa parte de la naturaleza y la cultura que ella tanto admira y con la que va construyendo el eje fundamental de su propia obra.

No es sólo una cuestión de Naturaleza o de paisajes urbanos donde ella ha sentido la fuerza de lo telúrico, la necesidad de instalarse en ellos, sino de responder a la voz interior que le ha dicho que esos esos lugares son los suyos, sobre todo porque no se trata del simple hecho tan sólo de vivir en ellos, sino de habitar, de existir en la plenitud de la palabra, sea en ellos, o en los que va descubriendo a lo largo de su vida como le ha ocurrido ahora con Sevilla, en la que tantas cosas le han conectado con nosotros.

MARIA HELENA MANZÁN es así, necesita de todo ese espacio exterior para recoger en su interior la frondosidad de una selva, lo intrincado de una cordillera, la felicidad de una llanura o de una costa. Por eso optó por los dos mundos (los del Brasil y los del país de su elección, Italia, además de todos donde ha vivido y expuesto a lo largo de su trayectoria).

Al recorrer las ciudades y sus gentes, se deja impregnar por todo lo que ve, conoce y siente, como lo hace ahora, a partir de su nueva exposición en la galería de Arte y Centro Cultural La Revuelta.

En esto creo, en el dejarse absorber por lo que le rodea, es lo que consiste y traduce su pintura: una colección de momentos que ella convierte en lienzos llenos de color y que podría definirse como expresionismo lírico, una poesía visual o una música que para nada es estridente, sino matizada, entonada, suave y luminosa al tiempo

María Helena Manzán en La Revuelta

Teniendo en cuenta ahora sólo los títulos de esta última muestra en Sevilla, nos daremos cuenta de lo que quiere decirnos: una serie de acrílicos que a veces conecta de manera simbólica por medio de cintas teñidas por ella, al igual que sus lienzos. En esto también, en la sensación de ser tapices, tejidos teñidos con pigmentos naturales, plasmados o compuestos en tramas vegetales, estructuras reticulares que se han ido formando a través de su modo de representarlo, es una de las maneras que puede definirse su modo de hacer.

Telas que mueve en horizontal y vertical, con capas diluidas de colores armónicos y complementarios, combinando en ella técnicas del dripping, la action painting, los informalismos y abstracciones geométricas y formales.

Para ANTONIO PICARIELLO, uno de los máximos expertos en su obra, MARÍA HELENA MANZÁN -y si he comprendido bien lo que ha traducido ANTONIO ZANNONI de uno de sus Catálogos anteriores: Archetup`Art (I)- hay algo de magia en la pintura de esa autora, algo de laberinto y de esa palabra tan significativa como es “saudade” que constituyó el título de una de sus exposiciones. A él, al profesor, crítico, comisario de exposiciones, historiador y escritor italiano, también pertenece esa maravillosa frase de que la búsqueda de la felicidad no se aprende en los libros de Historia, sino que necesita de fuerza y de deseo para sentirse. De esto también está llena su pintura: de esa mezcla sutil de delicadeza y fuerza para representar: el fuego, las nubes, la nieve, las células, la selva, la frondosidad del mar, ... los claroscuros de las luces, los fragmentos de fotos y aditamentos que incorpora como llamadas de atención, que centran la visión o la dispersan, otorgan algo de relieve.

En relación con la muestra de Sevilla, los formatos, técnicas y títulos son suficientemente significativos de lo que ella nos quiere destacar: “Tótem”, como un mensaje de conservación ambiental con respecto al Amazonas, donde residió varios años investigando el mundo indígena que tanto le fascina como la relación con el medio ambiente, los cambios estacionales, el bioclima, etc.; “El batido comienza de nuevo” que representa un mensaje de amor y espiritualidad para la naturaleza, conectando aquí el río Araguaia y el Guadalquivir; “Dinámica del sueño” donde esas sugerencias vegetales, acuáticas parecen obedecer a esa magia de la que antes se dijo, pues ciertamente es como si su pintura en cierto modo se creara sola, siguiendo los ritmos, los giros de sus manos, la densidad de la materia.

Y bien, de todo eso en lo que ELENA MANZÁN cree, como la energía y la vida que fluye común con los vegetales, animales, firmamento, y en ese amor universal por el Todo que somos, está hecha también toda su obra.

Y bien, para despedirnos, parafraseo otra de las preciosas frases que le dedica ANTONIO PICARIELLO en otro de sus textos para otra de las numerosas exposiciones internacionales que MANZAN ha hecho a lo largo de su carrera –“La mirada velada del arte” tampoco puede entenderse su pintura desde ese amor que nos integra en lo universal que también somos.

También, con las de su gran amigo y mecenas, el barón GIULIO DI JORIO FRISARI, quien le dedica otras bellas palabras en “A la luz de las Visiones” y que más o menos cuentan cómo MARÍA HELENA encontró allí, en el antiguo castillo y abadía propiedad de su familia desde tiempos ancestrales, su ubicación cósmica y la carga de misticismo, de fantasía y realidad como en el mundo de los sueños, que todo el entorno le evoca y reproduce con sus obras.