Más madera

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03 may 2016 / 17:42 h - Actualizado: 03 may 2016 / 17:45 h.
"Teléfonos móviles"

Estaba muy orgullosa de mi teléfono móvil porque funcionaba como un campeón, desafiando la sucia trampa de la obsolescencia programada, a pesar de que la marca ha lanzado ya varios modelos posteriores al mío. Hace unos días empezó a hacer cosas raras y llegó un momento en que sólo era móvil porque iba en mi bolso a todas partes; cada vez que necesitaba usarlo me echaba a temblar, imposible resucitarlo en la mayoría de las ocasiones.

El pasado Día de la Madre, mis bellos muchachos, siempre pendientes de la mínima de mis necesidades, en vez de aquella medalla terrible con la leyenda «Dar mucho, pedir poco», me regalaron un teléfono nuevo, muy bonito y avanzado, pero claro, totalmente vacío, sin mis contactos ni mis fotos, y como es de otro fabricante, con un funcionamiento algo diferente al anterior. O sea, que cambio de trabajo y de tecnología en la mismita semana. Todo un reto.

Esto me hace recordar el mes de agosto previo a mi boda. Pasé unos días en casa de mi futura familia política, muy deportistas todos. Con el fin de agradar y bajo los 40 grados a la sombra del clásico verano extremeño, hice travesías en bici de medio centenar de kilómetros, jugué al tenis, nadé sin descanso y aprendí a hacer esquí acuático al tercer intento. Con tanto ejercicio, comía como una lima, aunque íntimamente albergaba el temor de que el vestido de novia no me entrara ni con calzador. Resultó que me colgaba como si fuera prestado, pero no importó, porque tuve la fortuna de contraer nupcias con el mejor padre de mis hijos que he conocido jamás.

Ojalá los desafíos actuales acaben igual, con éxito y el tipín de una sílfide.