Ha comenzado otra edición de «MasterChef», ya saben, ese programa de televisión que se hace en unas cocinas aunque la cosa no va de cocinar sino de saber mandar, ser buen compañero o saber hacer la compra para que no falte de nada. A cocinar, lo que se dice a cocinar, un telespectador no aprende. Pero, dicho esto, es un buen programa en el que, al menos, no prevalece la casquería del amor, los concursantes no gritan ni quieren asesinar a otros y en el que el buen rollo se presenta como un ingrediente imprescindible. Algo es algo.
Los concursantes son variados y pueden ser muy divertidos. Un fanático seguidor de Eurovisión, dos lesbianas que fueron novias tiempo atrás, una amante de la cultura otaku, una rentista que no ha trabajado en la vida, un tal Berto que casi se lleva por delante a su abuela al celebrar su ingreso en el programa y que parece tonto de remate (ha sido el primer expulsado tras elaborar un repugnante brownie elaborado con sangre de cerdo que parecía una plasta de pato salvaje), un exdrogadicto y un joven que dice que podría estar grabando un episodio de «Hermano Mayor» y no pasaría nada; son algunos de los concursantes de esta edición.
El programa sigue la misma dinámica que el resto de ediciones. Si las cosas van bien es mejor no tocarlas, deben pensar en la productora aunque se equivocan. La audiencia de la primera entrega ha sido la más baja de todos los arranques de edición de «MasterChef». Cuidado con seguir haciendo lo mismo porque lo mucho cansa.
Se me ocurre que una novedad valiosísima sería ver cómo una de las jueces del programa, Samantha Vallejo-Nágera, fríe un huevo o cuece una patata o algo. Es insólito que no la hayamos visto con una espumadera en la mano. Es por poner un ejemplo, que nadie crea que esta señora me parece un meme acompañando a un par de cocineros de prestigio.
Ya les cuento la semana que viene cómo van las cosas. De momento, nos hemos librado de un llorón histriónico y descontrolado que cree que la sangre es plastilina. Y hay que esperar para comprobar cómo se manejan las exnovias porque promete. La cosa va bien.