La Tostá

Máximo Pradera y el odio

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
26 feb 2021 / 08:03 h - Actualizado: 26 feb 2021 / 08:06 h.
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  • Máximo Pradera y el odio

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Imposible ser más inmundo y mala persona que Máximo Pradera, quien apenado por el cáncer de la periodista Julia Otero, deseaba ayer en un artículo de Público que le hubiera ocurrido a otras personas, como Macarena Olona, la brillante diputada de Vox, el expresidente Aznar o Donald Trump. El lamentable artículo habrá batido un récord de visitas, pero retrata a un señor que no merece ningún respeto porque banaliza una enfermedad que ha matado a decenas de miles de millones de personas en todo el mundo y es capaz de desear que lo padezcan seres humanos que, con independencia de sus ideas políticas, no merecen algo así. Tampoco Julia Otero, lógicamente, a la que deseo que le gane una vez más la batalla al cáncer. El odio está acabando con un país maravilloso, único, que visitan decenas de millones de turistas cada año porque tenemos un clima estupendo, parte de los mejores monumentos del mundo, mucha costa, una gastronomía inigualable y una riqueza cultural que envidian más allá de lo habitable. Pero también tenemos a tipos como Pradera, dado a estas agrias polémicas, sectario y, sobre todo, vomitivo.

Recuerdo que cuando lo del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, alguien me pidió que no fuera a la radio porque había visto a sujetos entrar en bares con pistolas en el cinto y la mirada asesina, seguramente a la espera de que triunfara el golpe para empezar a matar republicanos indiscriminadamente. Con este odio al que piensa o es diferente, la vida pasa a no valer nada para el contrario. Hay que tener mucha caca podrida en las tripas para desearle un cáncer a alguien y no me refiero ahora al citado periodista, o solo a él, sino en general. Desayuno algunas mañanas en bares y veo las caras de quienes hablan de Vox o Podemos con ganas de salir de cacería. Ayer había quienes justificaban a Pradera y es algo que me parece demencial. No me extraña nada viendo las caras de Echenique o Iglesias cuando se refieren a la derecha o la de Abascal cuando habla de la izquierda. En el Parlamento, además, que debería ser el templo de la tolerancia y el entendimiento. Los que nos representan a los ciudadanos en esa institución deberían dar ejemplo y no animarnos a echarnos a la calle a matarnos los unos a los otros. Y un periodista no puede echar gasolina en la candela de esa manera, lleno de odio y con cristales en las tripas.