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Fotografía: EFE
Repugna comprobar que en el Congreso de los Diputados ya vale todo. Y repugna que eso suceda porque un sujeto quiere ser presidente del Gobierno de España sea cual sea el precio que haya que pagar.
Los españoles tenemos que tragar con ver en el estrado del parlamento a los que apoyaron y justificaron el terrorismo de ETA. Los españoles tenemos que tragar con ver en el estrado del parlamento a los que quieren acabar con España. Y tenemos que tragar con políticos poco preparados y estúpidos, con políticos mediocres, con partidos políticos que han sido cantera de corruptos insoportables. Es el precio de vivir en libertad, de poder presumir de una democracia colocada entre las mejores del mundo. Al fin y al cabo, padecemos aquello que elegimos padecer.
Sin embargo, todo tiene un límite y, con Pedro Sánchez al frente, se están superando los que eran inviolables, casi sagrados, hasta hace unos días. Sánchez necesita apoyo y no ha dudado en conseguirlos. Si el precio que se pagará va a ser lo que parece que llega después de vivir un debate de investidura en el que todo ha rayado el despropósito y la falta de vergüenza política, nos queda por delante una investidura que resultará, como poco, inquietante.
¿Merece la pena ser presidente del Gobierno de un país en el que millones de ciudadanos piensan que eres un traidor? ¿Merece la pena ser presidente del Gobierno de un país en el que tienes que pactar con los que quieren destruir ese Gobierno y ese país? ¿Merece la pena convertirse en una página nefasta de ese libro de historia en el que tanto deseas aparecer?