Método para saber si una persona es buena o no

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29 jun 2021 / 04:00 h - Actualizado: 28 jun 2021 / 15:26 h.
"Opinión"
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Yo cuento con un método (es mi método, no digo que sea infalible ni exportable a todos los seres del universo, pero confío en él), un método —decía— para saber si una persona es buena o no. Mi método consiste en hacerle preguntas por su vida. El método no termina ahí, claro, eso no tendría nada de «método», el método consiste en hacerle preguntas por su vida con verdadero interés y ver si en algún momento comienza a preguntarte por la tuya. A la gente le gusta que le pregunten con verdadero interés por sus cosas y sus opiniones, pero si no eres un creído, debes de darte cuenta de que tú no puedes ser el total centro de atención y debes de empezar a «compartir juego». Si no «compartes juego» eres un indeseable.

Poco antes de la pandemia estuve actuando como miembro de un tribunal de tesis, cuando terminamos, nos invitó a cenar, como suele ser preceptivo, el doctorando. A la cena acudió también el director de la tesis, un Catedrático ya emérito que se sentó a mi lado. Comencé a utilizar mi método y el tipo fue entrando al trapo como un torillo manso. Y habló y habló y habló y no llegó a enterarse ni siquiera de quién era yo o a qué me dedicaba. Yo le preguntaba y él soltaba sus grandes parrafadas con anécdotas incluidas. Al finalizar la noche me dijo que le había encantado hablar conmigo, daba, incluso, la sensación de que yo le había caído muy bien y que, por su gusto, querría repetir pronto con otro encuentro. Yo sabía por qué: porque le había permitido hablar de él, su tema —seguro— preferido. Este, por tanto, no era un buen tipo.

Acepto que la gente hable de sí mismo, pero la calidad se nota si llega a ser consciente de que ahora toca repartir juego y preguntar al otro. El que habla de sí mismo sin parar y hasta el final, muestra al entorno que no confía en tener nada que aprender de los demás, nos está diciendo «Sé que no tenéis nada que enseñarme porque yo ya lo sé todo, pero, sin embargo, tenéis la posibilidad de aprender de mí si me escucháis». Para mí, también, demuestra cierta renuncia a la vida. Es como si pensaran: «Estoy solo, en el centro de una burbuja en la que no dejo que entre nadie con sus conocimientos, historias y experiencias; estoy en una burbuja que se va apagando —porque no se alimenta del exterior—, una burbuja que expande mis historias y mi conocimiento y mi experiencia pero que cada vez —de tanto contarlas— pierden energía, fuerza, emoción y yo, el solipsista, voy, tristemente, intuyendo que mi burbuja se desinfla, pero ya no puedo hacer nada». Si piensan eso es que no son buenas personas.

Hace poco me pasó también con un Grado 33 de la masonería. O sea, un ser perfecto y etéreo. Me senté enfrente de él durante una comida y le pregunté por su vida, pero yo ya estaba poniendo en práctica «mi método». El tipo habló y habló, me instruyó sin que yo se lo pidiera sobre viajes (yo había viajado muchísimo más que él, aunque no llegó a enterarse), quiso ilustrarme sobre Filosofía (yo soy Doctor en Filosofía, aunque no llegó a enterarse)... Intervine durante la comida con frases breves de asentimiento y al final intenté decirle algo, pero me miró y me dijo:

—No tengo puesto el sonotone. No oigo nada.

Y ni llegó a ponérselo. Pasó de mí. Se sentó allí sabiendo que él hablaría, pero que él no oiría a nadie. Y no se cortó y estuvo contando sus batallitas durante cuarenta minutos...

Este, según mi método, no es una buena persona...