Desde la espadaña

Mi Alfalfa degradada

Dudo que la Alfalfa se merezca esta peregrinación de muchedumbre desordenada y maleducada que la lleva a la agonía más terminal

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24 oct 2019 / 08:17 h - Actualizado: 24 oct 2019 / 12:17 h.
"Desde la espadaña"
  • Mi Alfalfa degradada

Sevilla siempre ha sido de intramuros y de extramuros; cosas del sevillano. Ya saben. Pero hay ciertos sevillanos que ya no saben qué tipo de Epístola deben enviar al alcalde de la ciudad para que de una vez por todas elimine la degradación, no del mobiliario urbano que también, que están sufriendo los vecinos residentes en sus viviendas y en su quehacer diario.

En otras épocas, Sevilla se definía como una urbe de aristócratas e intelectuales, pero hoy en día surge este concepto de muchedumbre (lo que Ortega y Gasset llamaba el hombre-masa) con demasiados derechos y pocos deberes. Estos hombres masa están haciendo de la Alfalfa muy desgraciadamente, y Sevilla por extensión, que se parezca a un pueblo de lugareños viviendo en una ciudad de primera categoría. Sevilla ya sin un centro histórico de raíces sevillanas se ha convertido en un huerto de pisos turísticos y Erasmus de alcohol barato y borrachera prolongada; no hay más que ver las fotografías y videos de vecinos y turistas que pasan por la zona. Una desacertada previsión con este tipo de concentraciones está llevando a nuestras autoridades a ese seudosevillanismo, impropios de gusto, que están despojando a nuestra ciudad de su gracia natural. Se ha buscado en esta ciudad el aplauso fácil con la torpeza de no cuidar a quien realmente ama Sevilla y a todo lo que representa: el vecino.

Han convertido al barrio de la Alfalfa en un tablado y se ha interpretado como ordinario todo ese barroquismo contemporáneo de mezcolanza entre jóvenes bebiendo y gritando en la vía pública, celebraciones en horas inadecuadas en pisos turísticos y la dejadez del regidor ante estos problemas.

Cuando hace años Pedro Pacheco, alcalde de Jerez de la Frontera, tuvo un problema similar en unos jardines públicos de la capital del Marco de Jerez, puso como medida eficacísima activar los aspersores durante las horas previas al botellón. El resultado fue que en un mes se eliminó el problema con un 0% de gasto público y 100% de eficacia. Por tanto, todo es querer hacerlo.

Un barrio mentidero de la ciudad de Sevilla como la Alfalfa se ha convertido para los vecinos en un recuerdo nostálgico de un paisaje ya perdido. Un barrio que clama por la inspección exhaustiva de bares de la zona para comprobar que cumplen con la normativa y que concentra a extranjeros y nacionales maleducados que ya desde los mediodías no permiten que la Alfalfa siga siendo barrio de intramuros, debe ser escuchado. Hasta ahora, los vecinos de la Alfalfa han predicado en el desierto cuando se han dirigido al alcalde y para nada quieren filosofar sobre el asunto sino implorar al ayuntamiento sevillano que se corrija esta impresión lamentable de semejantes espectáculos que deben padecer casi a diario. Salga ya, señor regidor, del sesteo y no pontifique su sevillanismo en el barrio de la Alfalfa, hermoso rincón de Sevilla.

¡Qué espantosa soledad sienten los vecinos de la Alfalfa cuando el estrato municipal con responsabilidad no hace nada! Si este barrio sevillano sigue así, si esta moza llamada Alfalfa sigue sin recibir ayuda, se convertirá en una víctima olvidada y arrastrada por el deseo de formar parte de una maravillosa urbe, Sevilla, pero que la falta de control del regidor de la ciudad y de su relajación moral la llevan poco a poco, junto con sus residentes, al desquiciamiento, a la ruina y a la muerte. Pero no quiero que la Alfalfa muera porque lo haría en soledad, sin una lágrima en mitad de una ciudad de 700.000 personas.

¿Es que al alcalde no le alcanza un poco de responsabilidad en esta situación sin matices? A lo mejor en plena campaña electoral intentaría salvar a la Alfalfa de los extravíos y desgracias que sus vecinos relatan y lamentan. A veces lo insoportable se multiplica por siete días a la semana y la sombra de un Magaluf sevillano empieza a ser cada vez más clara.

La actuación, la sensibilización y la permanente presencia de policía en la zona es tan necesaria como demandada.

Cuando perdamos la Alfalfa todos diremos que ese barrio tenía una belleza personificada en esa zona de intramuros de calidad cinematográfica. Y entonces, cosa muy sevillana, reflexionaremos nuestra tristeza con una firme voluntad de oración postrera para suspirar diciendo “aquí habitaba el barrio de la Alfalfa”. Y nos acordaremos de aquel regidor que no se interesó por ella, ni siquiera por sus lágrimas avisadoras y el auxilio agonizante personalizado de cada uno de los vecinos (sevillanos todos) que allí residen.