Viéndolas venir

Mi patria y mi matria

Image
Álvaro Romero @aromerobernal1
14 oct 2019 / 09:07 h - Actualizado: 14 oct 2019 / 09:10 h.
"Viéndolas venir"
  • Mi patria y mi matria

No elegimos la patria ni la matria, pero uno acaba queriendo, por naturaleza y por lógica, la tierra en la que uno aprendió a hablar, a amar y a vivir. Y ese apego y esa responsabilidad no se demuestra agitando banderitas, sino devolviendo a tu lugar en el mundo lo que ese lugar te dio desde el principio. Solamente así entiendo yo el patriotismo. Debería decir también el matriotismo, y no por esnobismo, sino por el preclaro convencimiento de que la tierra en la que nacemos -la nacionalidad que nos dan- tiene más de madre que de padre, como ya vislumbraron con razón escritoras de la talla de Virginia Woolf o Isabel Allende.

El matriotismo de algunos se reduce a un apego al simbolismo que resulta no solo vano, sino idiota, porque ese afán por demostrar el amor a la patria agitando banderas, colocándose ciertas pulseras, exaltándose con ciertos desfiles militares, apreciando solo determinadas manifestaciones culturales y dando por sentado que la monarquía, por ejemplo, es intocable por mandamiento divino lo único que demuestra es la interesada frivolidad de quienes entienden el amor por lo que sea de un modo eminentemente materialista, estético, superficial.

Los verdaderos patriotas, amantes silenciosos de su matria, no se pavonean de ello, sino que quieren a su tierra como se quiere a una madre o a un hijo: porque son de uno. Al verdadero patriota le duele lo que le pase a su tierra, a su gente, al futuro de sus hijos. Y no contribuye a las divisiones, a las etiquetas, a la cansina soberbia de las dos Españas, sino que intenta hacer lo que haga lo mejor posible, levantar la patria desde su ámbito laboral, social, personal, por pequeño que sea, aportando, sumando, mejorando, devolviendo, y no robando, engañando, enajenando o corrompiendo bajo cuerda para a continuación darse golpes de pecho. La patria o la matria existe: la otredad. Y nosotros mismos, que no somos de palo.