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La vida del revés

Miles de personas mueren intentando llegar a la costa española

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11 ago 2021 / 18:44 h - Actualizado: 11 ago 2021 / 18:53 h.
"Opinión","Inmigración","La vida del revés"
  • Miles de personas mueren intentando llegar a la costa española

Así es, queridos amigos, miles de personas de carne y hueso mueren intentando llegar a España cada año. Buscan una vida mejor y se encuentran con un último instante de sufrimiento, de miedo, de soledad, de fracaso y de oscuridad. No son un número, no son una estadística, no son parte de un discurso político. No, damas y caballeros, son personas de carne y hueso.

Leemos en el periódico que dos hombres han intentado cruzar a nado el río no sé qué o el estrecho de no sé dónde y pasamos la página pensando que no puede ser que vengan tantos, pasamos de página sin interesarnos por sus nombres o por lo que les ha llevado a jugarse la vida para perderla. Sentimos indiferencia ante la muerte y la tragedia. Y esos dos hombres fueron unos bebés a los que alguien amamantó, unos niños que sonreían felices al ver a su padre llegar a casa, unos adolescentes enamorados por primera vez o unos jóvenes con la cabeza llena de pájaros y proyectos imposibles. No son dos hombres que han perdido la vida. Otros dos. No, son personas que han muerto intentando lo que les negamos los que más tenemos.

Nos han enseñado que no podemos ser buenas personas y mirar la desgracia ajena con amor, con ganas de colaborar para resolver un problema. Nos impiden ser buenas personas y gente comprometida con los demás. Sí, así es. Alguno estará negando con la cabeza y pensando que él piensa como le da la gana y que es así porque está convencido de lo que le pasa por la cabeza en cada momento. Una pena no ser consciente que somos lo que nos enseñan y lo que nos cuelan de rondón. Si un niño crece, porque lo escucha en casa, pensando que un inmigrante es un peligro y que aquí no cabemos todos, el adulto creerá que eso lo piensa por sí mismo y la solución será imposible. Si alguien vota una opción política sintiendo miedo por su futuro y viendo en el inmigrante al competidor, sin saberlo estará impidiendo que su bondad luzca. Sin embargo, el delito de los compatriotas parece menos delito porque para eso es de aquí. No se puede tener un pensamiento más zafio.

Las personas que mueren por centenares al cabo de un año intentando llegar a España o a cualquier punto de la frontera europea se merecen un trato acorde a lo que son: personas. Estamos tan acostumbrados a la miseria ajena, al hambre lejano o a las guerras que no nos rozan, que ya da miedo pensar sobre cómo vemos el mundo desde Occidente.

Nos lo deberíamos pensar un poquito cada día. Deberíamos esforzarnos por intentar ser mejores personas.