Desvariando

Mis gatas y yo

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
19 jul 2020 / 09:58 h - Actualizado: 19 jul 2020 / 10:00 h.
"Desvariando"
  • Mis gatas y yo

Tengo un problema, y no es menor. Mis dos gatas, Lala y Rubio –creyendo que era un macho le puse ese nombre, y cuando supe que era una hembra ya era tarde para el cambio–, están con gatitos, seis en total. No sé cómo he llegado a esta situación pero he sido incapaz de quitarlos de en medio, como se hacía hace medio siglo. Rubio ha parido esta misma noche y mientras escribo el artículo me está mirando con la tranquilidad de que no les voy a hacer nada a sus gatitos, como no le hice nada a Lala cuando tuvo a Rubio. Mi casa es actualmente el hogar de la felicidad, a pesar de los problemas, que no son menores. Mis tres perras, Pastora, Rufi y Sira, me dan mucho trabajo pero viven fuera de casa, en plena naturaleza, y no creo que haya unas mascotas más felices que ellas. Salgo a comprar y cuando regreso me tengo que arrodillar nada más entrar y darles dos o tres achuchones para que se calmen, porque no paran de ladrar. Me huelen y se miran entre ellas como preguntándose de dónde vengo. Tengo que abrir una de las bolsas del supermercado y darles alguna golosina, por lo general unas barritas de salchichón por las que se pirran. Yo también, la verdad. Les gusta que cuando abro la nevera para colocar la compra las deje ver dónde coloco el pollo, su carne favorita. Un día sí y otro no les traigo alguna carne que me dan en la carnicería, de despiece –caparazones, sobre todo–, que les mezclo con el pienso. El día que no toca carne no quieren el pienso, pero el hambre les aprieta y al final se lo comen cinco minutos antes de que me enfade y las amenace con ponerles el debate de La Sexta, que lo odian. Con las gatas, en cambio, no hay ningún problema a la hora de comer porque les gusta el pienso y, a veces, cuando se portan bien les traigo cabezas de boquerones que me dan en la pescadería del pueblo. Tienen el pelo con un brillo, que parecen de cerámica china. Ahora mismo estoy mirando a Rubio cómo se ha enroscado para abrigar a sus gatitos y noto en su mirada dulce y maternal el convencimiento que tiene de que todo va a salir bien. Mañana mismo comenzaremos a buscar hogares para los recién nacidos, como hicimos con uno de los niños de Lala, que encontró casa en Nervión. No es fácil encontrar un buen hogar para un gatito, pero es necesario hacerlo. Si estos cuatro se quedaran en casa, aunque vivamos en el campo, sería un desastre porque, aunque vivan fuera, a veces ven una ventana abierta y se meten en casa a revolverlo todo. No me dejan ni trabajar. A todo esto, el padre o los padres no han aparecido aún a conocer a sus vástagos, que son preciosos. Hay uno todo negro, una tricolor, calcada a la abuela, Lala, otro rubio galleta Fontaneda y una gris marengo atigrada tirando a lince. Manda narices, que esté yo embobado ante tanta belleza y que los padres estén pasando olímpicamente, eludiendo la responsabilidad de una manera tan descarada. Ellos se lo pierden, porque menudo atracón de ternura me estoy dando esta noche viendo a mi Rubio, primeriza, cómo los lava y juega con ellos ante la mirada atónita de Sira. Ni acostarme quiero, pero el parto ha sido complicado y estoy agotado. No te preocupes por nada, Rubio, que todo va a salir bien.