El año pasado, El Correo se hacía eco de una noticia referida a la imagen de la Policía Local de Sevilla. En efecto, el artículo transcribía un nuevo reglamento municipal donde se prohibía, desde el pelo largo, hasta los tatuajes, pasando por las patillas extendidas, ¡tan nuestras!, los tintes de colores chillones, maquillajes estrambóticos, llevar gafas de sol exageradas, con cristales de espejo, ¿hay algo más policial que los cristales de espejo?, o, simplemente, adoptar posturas no erguidas «que denoten negligencia, indolencia, abandono». La normativa resultaba algo genérica cuando describía las perillas y bigotes de la autoridad uniformada con el adjetivo de discretos. Sin embargo, harto detallada al referirse a las españolísimas patillas: «habrán de llevarse poco pobladas, cortadas horizontalmente, sin que desciendan por debajo del pabellón de la oreja, ni asciendan tanto que queden suprimidas». ¡Toda una lección de barbería! Para las mujeres, también sugería apaños propios de salón de belleza: el pelo largo convendría llevarse «recogido, en coleta o trenza, sin que dicho largo sobrepase los hombros». El epílogo de la melena estaba servido.
Curiosa la mención a los zarcillos, pues los mismos, como las patillas, no debían sobrepasar el lóbulo de la oreja, mientras que los hombres «no podrían usar ningún tipo». En este punto he echado de menos alguna manifestacioncilla, protesta o jolgorio similar, en pos de la igualdad y no discriminación de los pabellones auditivos, sean del género que sean y, de paso, revindicando también la libre orientación sexual de los mismos.
Finalmente, tampoco se permitía joyería, bisutería, ni piercings visibles. No constando tampoco ninguna protesta del gremio correspondiente. Sobre la visibilidad o no de los piercings, yo hubiera prohibido los no visibles; primero, porque no me gustan según que sorpresas y, segundo, por una cuestión de higiene, pero eso es otro cantar.
Las peluquerías de Sevilla han tenido muchos meses para haber convertido el Reglamento en negocio, sin que hasta la fecha ninguna se haya declarado experta en el nuevo y modosito look policial hispalense. Ya es tarde...
Ciertamente, lo es. Arrasa en los ayuntamientos, no solo en Sevilla, la imagen desaliñada. Algunos de los supuestos nuevos jefes, civiles, de las policías municipales, no tienen espacio en la piel para un solo tatuaje más. Hay concejales con tantos pendientes en las orejuelas que, si se los quitaran, se podría jugar un pasatiempos de varias horas uniendo los puntos con un lápiz. Los piercings, a cubierto o al descubierto, son un ejército. De los cortes de pelo, sus coloraciones o decoloraciones, mejor ni hablar. La gama supera cualquier vieja paleta de pintor impresionista. En definitiva, la moda de deslustrarse y desfigurarse, antaño propiedad exclusiva del independentismo aberzale vasco, después del catalán, ha desmantelado cualquier vestigio de buen gusto. Un reflejo, Sevilla, Cádiz, Madrid o Barcelona están más sucias que hace un mes. A la postre, nos van a multar por peinarnos...