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Los medios y los días

Muerte de Dios y salud mental

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11 oct 2021 / 04:00 h - Actualizado: 11 oct 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Muerte de Dios y salud mental

Ayer se conmemoró el Día de la Salud Mental. Quien anunció la muerte de Dios en el siglo XIX se volvió loco por culpa de la sífilis y de su cordura extrema. La cordura extrema puede conducir a la locura. Nietzsche nos anunció al superhombre que estaba más allá del bien y del mal, nos habló de la voluntad de poder y su pensamiento fue manipulado y utilizado por los nazis decenios después de su muerte. Nietzsche escribió a favor de los judíos y les hubiera dicho a los nazis que eran unos cobardes porque la voluntad de poder nietzscheana era una voluntad de poder ser un superhombre, superando las emociones destructivas que deforman la conciencia, actuando como superhombre no para matar sino para ayudar al otro y evitando el caos que iba a llegar tras la muerte de Dios.

Y eso es lo que ha llegado. Aumentan las depresiones y las ansiedades porque estamos en el segundo siguiente al Big Bang de la muerte de Dios. El caos es el orden, se trata de un orden anárquico en el que ha aparecido con fuerza la muchedumbre solitaria y el gregarismo individualista o individuo gregario, en los contextos que definen ambas expresiones vivimos y ahí estábamos mucho antes de la pandemia, el humano ya estaba solo, rodeado de múltiples compañías falsas y de una falsa conciencia de libertad. Su pulsión narcisista autodestructiva ha encajado a la perfección con la sociedad digital que ha creado multitud de dioses tras el derrumbe de la idea de un dios único, bondadoso y justo. La ciencia soluciona problemas y despeja interrogantes, pero aporta otras muchas y crea angustias porque va matando las certezas que inventamos para vivir mejor, para que nuestro cerebro se cobije en ellas. Ningún dios explica y cura el Covid-19, ningún dios Vulcano interpreta o evita la catástrofe humana del volcán de La Palma, ningún San Pancracio nos trae trabajo. Lo sabemos y lo sabe hasta quien niega lo que acabo de afirmar.

La existencia de Dios llevó consigo el orden, un orden falso, y, como toda falsedad, acaba por derribarse tarde o temprano, aunque deja huellas de la grandeza creadora que contiene. Nos ha tocado a nosotros vivir ese sinvivir, una religión acomodaticia, un saber que hagamos lo que hagamos no hallamos salida y a ese fenómeno se le llama desvalimiento, es decir, depresión social colectiva, que le hace más mella a quienes se enfrentan a ella sin poseer la fuerza y la capacidad de sufrimiento de la que Nietzsche hablaba.

El humano ha sufrido unos terribles golpes a su engreimiento como presunto rey de la creación: no, no, el vehículo en el que viajamos no es el centro inmutable del universo, es una pequeña brizna material que gira en torno a una estrella inmóvil (Copérnico) más bien pequeña que estallará dentro de unos 5.000 millones de años y absorberá todo lo que tenga a su alrededor, puede que a la Tierra incluida. No, no, el hombre no es el centro de la creación sino una criatura que ha evolucionado (Darwin) desde las células procariotas y posee un cerebro que puede destruirlo antes de que pueda salvarlo. No, no, el humano no domina lo que ha creado, sino que sus creaciones lo están dominando a él (Marx). No, no, el hombre se deja seducir por la masa y huye de sí mismo (Nietzsche). No, no, el yo del humano no es el dueño en su morada (Freud).

La especie humana ha trastocado el orden de las cosas, lleva haciéndolo toda su vida; ha matado a Dios y lo ha sustituido por miles de distracciones e insolidaridades entre sus miembros. El humano inventa un mundo de felicidad y consumo que a la postre resulta ser un escape de sí mismo. A ver a quién no le posee una ansiedad o una depresión cuando siente esto, aunque no lo racionalice. Y en primer lugar les toca a los jóvenes que son los más débiles y los más engañados de todos los humanos. Ya pueden todos los políticos del mundo -empezando por ese mediocre de Sánchez- ofrecer toda clase de caramelos que este cáncer es profundo y no se cura con aspirinas sino con consciencia, estudio, esfuerzo y trabajo. Justo lo que falta ahora en España, algo que no es de izquierdas ni de derechas sino propio de una supervivencia desde lo racional y el instinto.